MENSAJE DE PABLO:
Hola Catalina, me llamo Pablo, he visto tu perfil me ha parecido muy
interesante. Mira, sinceramente, yo no soy de Internet ni relaciones virtuales,
así que voy a ir al grano, me gustaría quedar contigo para conocerte. Si
quieres referencias, soy Informático, tengo 37 años y vivo sólo con mi perro
que es pequeño y no muerde. Soy un tipo bastante cariñoso y entregado, además
estoy deseando encontrar a alguien con quien compartir buenos momentos y tener
una bonita historia de amor. Si deseas preguntarme algo más antes de quedar, estoy a tu disposición. Te dejo mi teléfono
para seguir en contacto. XXXXXXXXX. Un saludo muy cordial. Pablo.
Catalina estaba anonadada y sólo se la ocurrió pensar “¡Madre mía, qué
educación tiene este muchacho, cómo se nota que ha estudiado! Voy a contestarle
por el móvil, pero no ahora, esta vez va a tener que esperar, je,je”.
El muchacho sólo tuvo que esperar 45 minutos, pues Catalina no pudo
resistirse a enviarle un mensaje pasado este corto período de tiempo, su ansia
por conocerle era demasiado, en su mensaje, como siempre…., no se reflejaba el
más mínimo interés:
“Hola Pablo, soy Catalina,
encantada de conocerte, para mí es un placer grandísimo, estoy deseando que me
digas día y hora para poder encontrarnos, verte y conocer todo sobre ti, así
que estoy a tu disposición cuando a ti te venga bien, soy la persona que
buscas, estoy segurísima. Quedo ansiosa a la espera de tu mensaje”.
Pablo no fue tan rápido como ella, pues no contestó hasta la mañana
siguiente, durante todo este tiempo, Catalina estuvo a punto de enviarle como
10 mensajes más, reclamándole respuesta inmediata, menos mal que su amiga Ana
se ha había quedado en su casa y no la dejó cometer semejante atrocidad.
El caso es que al día siguiente, ya sábado, Catalina recibió el siguiente
mensaje:
“Buenos días Catalina, si te viene bien, podemos encontrarnos esta
tarde a las 17 horas en el Café Gallego de la Calle San Juan 12, te agradecería
vinieras con pantalones cómodos, tengo una sorpresa para ti, un cordial saludo
y que tengas una mañana estupenda. Pablo”.
A Catalina se la cayó el móvil dos o tres veces, no atinaba con nada de
los nervios que tenía. Inmediatamente abrió el armario y sacó todos los
pantalones que tenía, se fue probando uno por uno hasta dar con los negros que
más ajustaban su figura y encima elásticos, para no tener problema de
estrecheces ni incomodidades.
Ese día no se atrevió a comer por si se ponía un gramo más en su
cintura, caderas o piernas, quería estar perfecta para su presunto
pretendiente…
Como en la otra ocasión, llegó, esta vez con 45 minutos de antelación,
pero al no haber ningún otro bar cerca, se tuvo que quedar disimulando en el
escaparate de la tienda de enfrente, dio 4 ó 5 vueltas a la manzana, hasta que
sobre las 16,50 horas, oyó de de repente
un tremendo ruido de motor, parecía como de moto y al darse la vuelta pudo ver
aparecer a Pablo, sí, por la foto era él, ya había parado y se estaba quitando
el casco, subido en una enorme moto. Cuando bajó de la misma, agradeció que la
primera impresión fuera verle sentado pues tenía que mirar muy para arriba para
llegar hasta el final de aquel larguísimo cuerpo. Pablo medía al menos 1,95
metros de altura.
Se acercó a ella con un casco más pequeño en la mano y soltó así de
golpe: “Hola nena, eres Cata ¿no? Te subes y te llevo a dar un garbeo?” Cata no
se atrevió ni a decir que no, de todas maneras hasta que su contestación
llegara hasta los oídos de este gigante ya se vería con el casco puesto y
subida en la también enorme moto. Ella jamás había montado en un trasto de
esos, de hecho la daba pánico hasta el Tío vivo, con que una moto, ya ni
contar. En cuestión de dos minutos notó como que se iba a tomar por saco su
pudor y prudencia y se agarró a Pablo
como si fuera una lapa, de hecho no sabe ni a qué parte o partes del cuerpo
llegó a sujetarse, ya tenía bastante con rezar para que aquello pasara pronto,
pues la temblaban piernas brazos, cabeza, pestañas, cejas incluso pelo, a pesar
de llevarlo comprimido en aquel casco que debía ser del hermano pequeño de Pablo,
pues se lo había metido a presión, ya veríamos cómo se lo iba a sacar luego.
Cuando llegaron a su destino, mareo es poco, Cata no sentía ni piernas
ni brazos y andaba totalmente descompensada, ella misma se recordaba a la
Amparito, una del pueblo de su madre que tenía una pierna mucho más corta que
otra, ¡vaya tela con la motito! Pablo parecía un hombre agradable aunque algo
brusco, eso estaba acorde a su enorme cuerpo. Al ver que Cata no conseguía
sacarse el casco, empezó a tirar de él y le faltó muy poco para arrancarla la
cabeza, cuando consiguió desprenderse de ese artilugio y se miró en el cristal
de un escaparate, Cata comprobó que parecía una gótica, con todo el rímel
corrido y los pelos como el cantante del grupo The Cure, vamos que estaba hecha
un cromo.
Entraron en un restaurante bastante elegante, pero ella fue
directamente al cuarto de baño, primero porque estaba en línea recta y había un pasillo donde agarrarse a las dos
paredes, llevaba tal mareo que no era capaz de andar sola, además se la habían
taponado los oídos y estaba como desorientada, más que de montar en moto
parecía que se acababa de bajar de la montaña rusa más grande del mundo.
Por fin en el baño, se alivió con agua y se repaso un poco el
maquillaje, y cuando salió del baño parecía ya una señorita, hasta Pablo se lo
comentó, “estás estupenda, Cata” Ella sin mucho entusiasmo, se sentó frente a
él y por fin empezaron a hablar para conocerse. Pablo era totalmente
egocéntrico, sólo hablaba de él y no mostraba el más mínimo interés en conocer
detalle alguno de Catalina, con lo cual la tortura de la moto, el caso y todo
lo que había “sufrido” para llegar a ese finústico restaurante y conocer a su
pretendiente, no merecía la pena en absoluto.
A la hora de pedir la comida, ya fue el colmo, pues Pablo no la dejó ni
opinar, como era vegetariano, según dijo, pidió todo verde y ya con eso la
remató, pues Catalina no podía ni ver ese color.
Llegó un momento en que ella ya no podía soportar más presión, entre la
moto, el casco, el egocéntrico y la verdura, se estaba poniendo de los nervios
y además aquel individuo no paraba de hablar y de manifestar lo estupendo que
era en todos los sentidos, no tenía un solo defecto, todo lo hacía bien y su vida era perfecta.
Catalina empezó a sentir nauseas de semejante individuo y llegado un momento
dado, en el que su vida peligraba porque estaba a punto de estallarle la
cabeza, dejó de lado su prudencia y educación y de repente, se puso en pie con postura en jarras y soltó
el siguiente discurso:
“¡Mira hermoso y lo digo por el tamaño que tienes, me estás pegando el día porque a mí no me
gustan las motos ni mucho menos que me pongan un casco de la cabeza de Blas, el
de Epi, que me ha dejado el pelo como si me lo hubiera chupado una vaca, además
me importa tres pitos que seas tan estupendis y que no te huela ni la caca
porque yo soy de los seres más imperfectos que existe y me huele fatal, me tiro
un montón de pedos, porque padezco de gases y además mis pies son pestilentes
en verano! ¿te da asco? Pues es lo que hay, majete, ¡además no soporto la
verdura, te deja cara acelga y donde este un filetaco de kilo con todas sus
patatas fritas y hasta con un buen chorizo, que se quite esa lechuga que parece
de plastelina! No me gustas ni tú, ni tu
moto, ni tu casco, ni tu restaurante, ni tu vida perfecta y además, te voy a
decir por último una grosería, ¿sabes cuál es la ley del alto? Que seguro que la tienes muy pequeña, pues eso, que me voy y que te den por donde
amargan los pepinos!
Dicho esto y ante la atónita mirada de Pablo y del resto de comensales
que había en el restaurante, Catalina se dio media vuelta y se fue.
Egocéntrico es una palabra apropiada. Muy bien escrito con palabras medidas y bien empleadas....muy bueno seguir así....no serán experiencias?....jajaja
ResponderEliminarHola Mike.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, la verdad es que Malena es una crack escribiendo y espero que vuelva a sorprenderte en el futuro.
Javi.