viernes, 27 de febrero de 2015

Capítulo 53 - Adiós Travolta....

Hola Javi, al final he tenido que dejar a mi Travolta, creo que no es adecuado para mí, se me ha ido el tema de las manos, te cuento:


Resulta que Pedro, mi Travolta, me invitó a pasar un fin de semana en la casa del pueblo de sus padres, según me dijo, un sitio muy tranquilo donde poder disfrutar de nuestro amor, yo babeando a sus encantos, no pude resistirme y le dije que sí.

Así que allí que nos fuimos el sábado por la mañana, aquello no era tranquilo, estaba muerto, que no es lo mismo, era un pueblo totalmente abandonado donde sólo habitaban los zorros, los lobos y la Mariana, la única persona del pueblo y que todavía no sé si es real o un espíritu, porque Pedro me habló de ella, pero sólo conseguí verla a duras penas, corriendo la cortina de su ventana y puedo prometer y prometo que me dieron escalofríos.

Eso sí, había mucha naturaleza, tardamos más de 10 minutos en recorrer andando 20 metros del coche a la entrada de la casa, aquello parecía la selva virgen, con tanta hierba, cardo y de todo, si llego a saberlo me llevo una guadaña, de hecho, cuando llegamos a la entrada de la casa, los dos que íbamos con chándal de algodón, llevábamos las piernas llenas de las bolitas esas pequeñas y peludas que se pegaban en todos los sitios y no te digo nada si era en el pelo, les llamábamos “arrancamoños o a veces rascamoños”.

Después de la gran aventura amazónica, llego la siguiente, las más friky, mi querido Pedro no tenía llaves de la casa, pensó que sí, pero no, ni en los bolsillos ni en la funda del móvil, ni dentro del calzoncillo, ni en el tupé…., nada, no estaban, pero para Pedro no hay barreras, sin decir ni “esta boca es mía” cogió una piedra y rompió el cristal de la primera ventana que pilló, metió la mano, abrió la ventana y ¡ala, tooooossss pa dentro! Como en las películas policiacas. Eso sí, él muy caballeroso, entró primero para tantear el terreno y la distancia de la ventana al suelo, oí un golpe y pude imaginar que ya se la había pegado, pero él salió sonriente, eso sí con el tupé aplastado y de lado y me ofreció su mano, o lo que quedaba de ella, para ayudarme a entrar, antes de que terminara de decirme “¡no saltes, hay una silla de canto debajo!” yo ya me había dejado mis partes en el respaldo de la silla, donde me quedé montada tipo caballo de película del oeste. Pasado el disgusto de la accidentada y complicada entrada a la casa de mis “suegris”, siguió la gran aventura y antes de ir al coche a por las bolsas de viaje, decidimos dar una vuelta por la casa para hacer una revisión general de su estado, utensilios y demás para acomodarnos. Hacía un frío de mil demonios, debíamos estar a un grado y esto a las 12 del mediodía, así que como no vi radiadores ni nada parecido a un aparato que emitiera calor, hice con miedo la pregunta del millón:

“Pedrito guapo aquí tenéis calefacción ¿verdad?”

“No tengo ni idea Cata, hace al menos 20 años que no vengo a esta casa, aunque creo recordar que la última vez que estuve estaba calentita, pero no sé si es que era verano, je,je, pero no te preocupes, ya encontraremos algo para calentar el baño porque en la camita ya te caliento yo, je,je”.
Creo que enseguida se me debió notar la cara de póker, pues intuí que Pedro pretendía que yo metiera mi cuerpo en una cama congelada y encima en pelotillas, además recordé que él había estado en los Scouts de pequeño donde había pasado todo tipo de vicisitudes, incluso dormido a la intemperie y que había vivido unos años en Noruega con su familia, con lo cual, el frío suyo, evidentemente no era el mismo que el mío, pues yo me he criado en un pueblo del Sur, muy al Sur, donde la temperatura mínima no baja de 15/18 grados en invierno.

Preferí no pensar en ello y me quedé con la esperanza de encontrar una gran estufa para calentar aquella casa, o más bien casona, pues tardamos un buen rato en recorrerla y conté exactamente 6 habitaciones, todo ello en tres plantas a las que se accedía por escalera de caracol de esas de madera con hueco entre escalón y escalón para que se te meta el zapato en medio y te pegues la gran leche, suceso que yo estuve a punto de experimentar en varias ocasiones, si no llega a ser por el apoyo de mi querido Pedro, que no hacía más que repetirme “No te me caigas, que aquí no hay hospitales y me jorobas el finde”, ¡qué majo y atento el muchacho!

Bueno, al final decidimos ir a por las bolsas de viaje y llegamos a la puerta de la casa para salir como las personas normales, exactamente al contrario de como habíamos entrado. Resulta que la maldita puerta tenía algo así como 4 cerraduras y un candado de los tochos.

“¡Vaya!” Dijo Pedro “¡Creo que va a ser imposible abrir esto y aquí tampoco hay llaves, je,je, así que tendremos que entrar y salir por la ventana, total, son dos días”.

Yo ya me estaba acordando de los papás de Pedro aunque no les conocía, pero es que me acordaba de toda su familia y hasta de sus antepasados, por la aventurita que estábamos teniendo con la “casita del Amazonas” que fue como yo la bauticé.

Una vez más le echamos valor y salimos como los delincuentes, por la ventana, nosotros sin prisa, claro está, es la ventaja de que la casa fuera de Pedro. Volvimos a cruzar la selva virgen, acumulando más “arrancamoños o rascamoños” esta vez también en los jerseys, con lo que ya nos íbamos pareciendo más a Bob Esponja y sus colegas y cogimos las bolsas del coche. A la vuelta ya íbamos todos a juego, con el equipaje, todo lleno de bolitas peludas, un primor.

Volvimos a entrar por la ventana, esta vez me acorde de la silla y no salté, pero al ir a apoyar un pie en la misma, Pedro la había quitado, con toda su buena intención, o no, ya ni sé, y claro me salió tal zancada de atleta que si no llega a ser porque estaba él esperándome abajo, atravieso la puerta del comedor, afortunadamente, sólo me choqué contra sus pectorales.

Una vez instalados, fuimos a la nevera para ver que había, pues Pedro me dijo que sus papás habían estado el finde pasado y habían tenido el detalle de dejarla llena de comida para cuando llegáramos, por tanto, nosotros no habíamos llevado más que el pan.

Si, si, llena de comida, cuando abrimos aquel refrigerador, por ponerle un nombre, que por cierto nos costó cinco minutos y a mí un coscorrón en la cabeza, pues la puerta estaba tan pegada que al ir Pedro a abrirla, se fue para atrás y yo, la mosca cojonera, como no, me llevé toda la embestida y me pegué contra la pared de detrás, el aparato sólo tenía estalactitas colgando y lloraba de pena de lo vacío que estaba, miento, había dos huevos y una cebolla con un clavo en el medio, supongo que para espantar a las moscas o yo que sé a quién leches que se pudiera meter en ese triste guarda comidas.

Pedro me sonrió y dijo: “Uy, pues debe haber estado mi hermana antes que nosotros, claro, debió de oír a mi madre decirme, lo de los entrecotes, los patés, los quesos y la ensalada campera”

“Lo mismo se lo ha comido la Mariana” comenté yo sonriendo y con los puños cerrados, por no estampar a Pedro o dejarle metido en la nevera y pirarme.

“Ay Cata, qué cosas tienes. Mira no importa tengo unos amiguetes en un pueblo a 5 km. de aquí y seguro que nos pueden traer algo”.

“Vale Pedro y si tienen una estufa, guays, pero vamos si tienen una habitación  en su casa calentita de sobra y nos pueden dar cobijo, ya sería la pera, 5 Km. nos los hacemos en un pis pas”

“Les voy a llamar a ver qué dicen” Pedro se marchó a la calle a buscar cobertura para poder llamar, ya que dentro de la casa, no había ni eso.

Yo mientras, me puse a echar un vistazo por la ventana de la cocina a ver qué veía por ahí y me encontré de frente con la fachada de una casa y una ventana con una cortina que en ese momento se movía. Me pareció ver a José Mota, haciendo “la vieja el visillo” o a la misma “vieja el visillo” mirándome y corriendo de nuevo otra vez la cortina a gran velocidad. Me imaginé que sería la Mariana, en ese momento entró Pedro a la casa:

“Ya está, Cata, en media horita les tenemos aquí y nos traen provisiones, eso sí, dicen que comen con nosotros”

“Bueno, no importa, Pedro, esto es demasiada soledad, no nos vendrá mal socializar un poco, por cierto, acabo de ver a la Mariana asomada en la ventana”

“Uy, te habrás confundido Cata, me acaba de decir Sebas, que era su nieto, que la pobre mujer falleció hace un mes, de la edad, ya sabes, eran ya 102 años”.

A partir de ahí empezaron a temblarme las piernas, los brazos y hasta me dieron tics nerviosos, pues yo tenía muy claro haber visto a esa mujer.

“¿Estás seguro Pedro, pero la han enterrado y todo eso? A ver si es que no estaba muerta”

“Cata que la han incinerado, tienen las cenizas en su casa, aquí es costumbre de eso”

“Pedro, me quiero ir, no estoy a gusto aquí, tengo miedo”

“Cata hija, algunas veces se te nota ya que eres talludita ¿eh?  Me recuerdas a mi vieja porque te pones muy pesada”

“¿Cómo talludita, eso que significa?”

“Pues que ya no tienes 20 años y no te mola la aventura, chica, me estás resultando un poco aburrida y yo sólo quiero divertirme”

En ese momento pasaron por mi cabeza todas las imágenes de lo que llevaba aguantando durante el día más lo de los días anteriores, incluso lo del primer día en el dentista, que quien me mandaría a mí entablar conversación con un petit suisse vestido de Travolta y entonces me puse en jarras y le dije:

¡Mira Travoltilla pesetero de poca monta, que no te sabes ni poner el tupé, ni te pareces por asomo a él, más bien me recuerdas al chiquilicuatre, si, al pintamonas ese que fue al Festival de Eurovisión y nos dejó a todos en ridículo, pues ese es tu aspecto y es que el amor es ciego, pero a mí me ha venido de repente la visión, ha sido un milagro, así que ahí te quedas con tu “casa del Amazonas”, tu nevera pidiendo salchichas, tus escaleras destroza pies, tu cama modelo iglú, el espíritu de la Mariana y reza para que no se te aparezca, porque no tiene muy buena pinta y tu ventanita por la que tanto te gusta saltar, para hacerte el chulito y el atleta, yo me voy y que te cunda con tus colegas, que seguro que son tan aventureros y divertidos como tú, ole y ole y no hagáis espiritismo, por siaca…!

Pedro me miraba sacudiendo la cabeza y colocándose el tupé, mientras que mascaba ese asqueroso chicle con olor a fresa ácida, yo me di media vuelta y me marché.

Curiosamente, unos días después vi una noticia en un Diario: “Panda de muchachos salen corriendo de una vivienda en un pueblo abandonado asustados porque según manifiestan, han visto al espíritu de la abuela de uno de ellos”.

¿Ves? Yo sé que vi a la Mariana, a saber a quién han quemao……


jueves, 26 de febrero de 2015

Capítulo 52 - Antes de Eva


Antes de encontrar a Eva, me sucedieron cosas curiosas en mi búsqueda de pareja, que aún no he contado y que creo no puedo dejar de contar.
En cierta ocasión, una buena amiga me dijo que en España se había puesto de moda una forma de encontrar pareja y que llevaba años poniéndose en práctica en Estados Unidos.
Si, es esa cosa en donde hay una mesa muy larga, en la que hay diez chicas sentadas y los hombres tienen 5 minutos para entablar una conversación con ellas, de una en una claro y ver de esa manera si existe “feeling” entre ellos.
Yo en principio no estaba muy convencido con esta propuesta, pero como siempre me digo, por probar no se pierde nada.
El lugar era algo cutre, no tenía buena decoración, era una sala rectangular muy sosa, y en su centro había una mesa con diez sillas a un lado y diez sillas al otro.
Diez chicas se encontraban ya sentadas en un lado de aquella mesa cuando yo llegué, y de pie, estábamos diez chicos, esperando a que se diera la señal de salida.
Yo como llegue un poco tarde me perdí las instrucciones de cómo se debía gestionar todo aquello y de manera apresurada me dijeron que tenía 5 minutos para darme a conocer a la persona que me tocara enfrente y que después de 5 minutos, sonaría una campana, que anunciaría que el tiempo con aquella persona había terminado y que debía pasar a la siguiente silla, en donde en frente, encontraría a una nueva mujer.
Bueno, yo creí que con aquellas escuetas instrucciones, todo iría bien.
Los hombre nos fuimos sentando por orden de llegada y por eso, yo me senté en la silla número 10.
Sonó la campana “Tilín, tilín, tilín” y yo me encontré delante de una chica, a la que llamaremos “Cara de Luna”.
Aquella muchacha tenía la cara como una hogaza de pan, con unos colores en las mejillas (naturales supongo), que parecían sacados de la cara de la mismísima “Heidi”.
“Hola”, dijo ella con voz tímida.
“Hola”, dije yo.
Silencio……….
“Me llamo Javi”, dije para terminar aquel incómodo silencio.
“Y yo Esther”, dijo ella.
Como no se decidía a hablar, comencé mi exposición.
“Pues mira Esther, estoy buscando pareja y alguien me dijo que viniera aquí.
Me gusta leer, escuchar música, montar en bicicleta, pasear, escribir, ir al cine, sobre todo ir al cine, es que me encanta el cine, voy todas las semanas, cuando hay estreno claro, porque para ver alguna peli ya repetida, mejor la veo en casa, que tengo una colección bastante grande de……….”
“Tilín, tilín, tilín”, sonó aquella campana, que indicaba que yo había de pasar a la siguiente silla.

Silla número 9…………a esta mujer la llamaremos……..por su nombre: Ana.
Ana era de mediana edad, perdón, quise decir de la Edad Media, porque debía tener unos 700 años más o menos y eso siendo benévolo.
Aquí la que habló fue ella.
“Hola me llamo Ana”.
“Bolena?”, dije yo.
“Qué?”
“No nada, que qué tal estás Ana?”.
“Pues solo tienes que mirarme, para darte cuenta que soy un bombón”.
-Si, el primero que hizo Suchar-, pensé.
“Si, Ana claro, eso se ve a la legua”. Dije
-Porque como uno se acerque…..- Pensé-.
“Y que te cuentas?”, dijo Ana.
“Poca cosa Ana. Me gusta leer, escuchar música, montar en bicicleta, pasear, escribir, ir al cine, sobre todo ir al cine, es que me encanta el cine, voy todas las semanas, cuando hay estreno, claro, porque para ver alguna peli ya repetida, mejor la veo en casa, que tengo una colección bastante grande de……….”. –Pero dónde está el Tilín, tilín?????-
“…..películas, sobre todo viejas, digo antiguas, digo clásicas….” –uffffff-
-Pero es que se ha roto la campanita de las narices????-
“En fin, pues eso y a ti que te gusta Ana?”
“Hacer punto, me encanta hacer punto de cruz y desnuda mientras mi amante me observa”.
-Borrar esa imagen de mi mente, me costó tres meses y dos psiquiatras-
-Tilín, tilín, tilín-

Silla número 8. A esta mujer la llamaremos, bueno no, a esta no la llamará nadie, porque olía a queso de cabrales, pero podrido de verdad.
Yo no sé como se puede oler tan mal.
Aunque no se hubiese duchado en su vida, o se hubiese revolcado por el fango durante años o se hubiese echado estiércol por encima, sería imposible oler así de mal.
Me pasé los cinco minutos con la nariz tapada e intentando reprimir las arcadas.
Cómo olería de mal, que en un momento dado se tiró un pero y yo pensé: -Menos mal, un poco de aire fresco!!!-
Ella no decía nada, solo enseñaba sus dientes negros y podridos y yo, sin poder evitarlo le dije: “Perdóname, me voy a levantar de la silla, es que he tomado algo que no ha debido sentarme nada bien, así que voy al baño”.

Silla número 7. A esta la llamaremos, Elisabete…..a tomar viento fresco.
Según me senté ella dijo: “Hola, me llamo Elisabete, soy francesa, y quiero saber si te casarías conmigo, si tendríamos hijos y si al primero te gustaría llamarle Alberto. Eso si, yo solo me caso por la Iglesia y claro, tú debes ser católico, porque si no eres católico, no tienes nada que hacer. Además y para demostrar tu amor, debes ir a un programa de televisión y decir a toda España que me amas………..”.
“Tilín, tilín, tilín”, - Salvado por la campana-

Silla número 6. A esta la llamaremos, y tú que haces aquí?.
Ella vestía con estilo, iba bien maquillada y tenía un cuerpo de escándalo, pero cuando empezó a hablar……………….yo quise morirme.
Tenía la voz  profunda, como la de Barry White, o para entendernos, como la de un camionero fumador empedernido.
A mi solo se me ocurrió preguntarle: “Tu eres un hombre verdad?”.
A lo que ella dijo: “Y en qué lo has notado?”.

Silla número 5. A esta la llamaremos Ariel.
Si, porque tenía la voz jabonosa.
Hablaba como en pompas y no había manera humana de entenderla.

Silla número 4. A esta la llamaremos, la rockera.
Habéis visto los Simpson? Y os acordáis de cómo habla el conductor del autobús del colegio?.
Pues eso mismo………..
“Jolaaaaa colega, cómo te va?”, dijo ella.
“Bien, gracias y a ti?”, pregunté yo.
“Pos da buten tronko. Quieres un poco dalpiste?”.
“Gracias, pero no, acabo de cenar”
“Y qué es lo que te mola a ti colega?”, dijo ella, “Porque a mi lo que me mola es la caña de España y losssss conciertos de Rockssss duuuroooo”.
“Por cierto”, añadió ella, “Tengo chocolate del moro, buena mierda, a quini el tiro”.
“Ah, gracias”, dije yo, “Pero es que no como dulces después de las doce”.
“Tilín, tilín, tilín”.

Silla número 3. A esta la llamaremos, si no explotas nos vemos luego.
Esta chica estaba tan embutida en sus mallas, que se le debían estar explotando las espinillas (granos) hacía dentro del cuerpo y me explico.
La chica era un bombón y además demasiado joven para mi, pero llevaba unas mallas en las piernas y una camisa tan ajustada por la parte de arriba, que yo no hacía más que mirarle el canalillo, pero no por gusto, si por ver en qué momento el botón que sujetaba aquellos enormes pechos, salía lanzado hacía mi cara.
Me pasé los cinco minutos temiendo por mi vida o cuando menos, por uno de mis ojos.
Hubo suerte y cuando sonó aquella campana, el botón salió disparado hacía el siguiente pretendiente. Éste perdió un ojo por el botón (estaba claro) y el otro por un pezón (esto ya fue una sorpresa).


Silla número 2. A esta la llamaremos, Clara.
Clara era una chica sencilla, normal, natural, pero un poco…………….
“Hola me llamo Javi”.
“Y yo Clara. Tienes alguna enfermedad?”.
“Pues no, solo algún catarro de vez en cuando”.
Clara buscó en su bolso y se puso una mascarilla.
“Perdona Clara, ahora no estoy acatarrado”.
“Si, ya claro”, dijo ella “Pero por si acaso”.
“Y a ti que te gusta Clara?”
“Me gusta el paracetamol, el Ibuprofeno, el Vicks Vaprub, la aspirina. Tomo mucha aspirina, ah y también Frenadol”.
“Muy bien Clara, muy bien”.
“Tilín, tilín, tilín”.

Silla número 1. La última.

La silla estaba vacía. No había chica, debe ser que era la única normal y alguien se la había llevado.

viernes, 20 de febrero de 2015

Capítulo 51 - Mi Travolta...

Hola Javi, Alberto me ha dejado, pero no hay mal que por bien no venga, porque he conocido a un chico muy majo con el que me lo estoy pasando muy bien, pues es muy divertido, claro, que es muy joven, sólo tiene 23 años, 15 menos que yo, pero apenas se nota, el de Madonna se lleva más con ella ¿no? Nos conocimos en la consulta del dentista, yo estaba para empaste y él para blanquearse los dientes y desde entonces apenas nos separamos.

Pedro, que es así como se llama mi chico es alto moreno, con ojos azules y un gran admirador de John Travolta en la peli de Grease por lo que va vestido igual, con camiseta estrecha, pantalón vaquero con dobladillo en el bajo, zapatos de punta de cordones y cazadora de cuero, todo negro muy negro, bueno, él es blanco, muy blanco, je,je. También lleva tupé y el tío hasta anda igual que John Travolta, como bailando y dando saltitos, cuando vamos de la mano, yo también los doy, para coordinar el paso con él, así que hago mucho ejercicio, a veces llego baldada a casa y como no me doy cuenta, sigo dando saltitos, mi vecina el otro día me preguntó si me había torcido el tobillo porque me veía cojeando, la gente que no sabe distinguir una manera elegante de andar, ¡hay que ver!

Pedro tiene una forma muy graciosa de hablar, así también como Travolta, supongo que será porque ha visto la película de Grease unas 20 veces y se sabe los diálogos de memoria, tanto que a veces me llama Sandy en vez de Cata y a mí me mosquea porque ese nombre me suena a los helados del Mc Donnalds.

Pero yo ya le entiendo todo, por ejemplo, cuando me dice: “Nena, móntate en mi buga y nos vamos a ver las estrellas” significa que nos vamos a pegar un homenaje en su coche, que romántico ¿verdad? O cuando me dice, “¿unas birritas y una zampa?”Es que me va a invitar a comer a la tasca de la esquina que tienen unos calamares y una cerveza riquísimos, él me invita y yo pago.

El otro día me dijo: “No sé si presentarte a mi vieja, porque lo mismo os liais a cascar sobre los viejos tiempos y me vais a comer el coco” Me hizo una ilusión, eso significa que en cuanto me presente a su madre, nos vamos a hacer íntimas amigas y me va a contar todos los detalles de cuando era pequeño, ¡qué mono!

Lo malo es que el otro día íbamos en el metro, porque a Pedro le gusta mucho el transporte público pues dice que luce más su persona  y sobre todo, su tupé, y como estamos en Carnavales más de uno le comentó que estaba muy logrado el disfraz de Travolta, a Pedro se le puso una leche que no veas, menudo es él para su “estilo propio”, a mí también me sentó muy mal cuando una señora me dijo que vaya ojos que tenía mi hijo, vamos pa darla con la mano abierta, a la bruja de las narices.

Pero voy a tener que acostumbrarme, precisamente el otro día Pedro se encontró con un amigo y esta fue la conversación y como yo la interpreté:

¡Qué pasa tronnnnn! ¿dónde has pillao a ésta en la casa de los jubilatas? Je,je.
(Hola amigo, ¡vaya chavala que te has echado!)

¡Qué va, colega es mi tronca, un poco antigua pero mola y me lo paga todo!
(¡Noooo! Es mi princesa y me gusta muchísimo porque es cariñosa y sobre todo generosa).

¡Joer chaval, pero si puede ser tu vieja, con los pivones que te has trajinao!
(Se la ve madura, mejor que las niñatas con las que has estado).

¡Tío a ti te lo cuento pero no te vayas de la boca con el Suso y el Lolo, pa ellos esta es mi tía!
(Aún lo llevamos en secreto no se lo cuentes a Suso y a Lolo, que se la van a querer ligar).

¡Vaaa tío, tú mismo, disfruta con la reliquia, chao chaval!
(Qué suerte tío, disfruta con tu tesoro, adiós)

Lo curioso es que a mí ni me dio dos besos, ni la mano ni na, ni siquiera se acercó a saludarme, supongo que le daba vergüenza al chico ante una mujer hecha y derecha y también un poco de envidia, Pedro es muy afortunado de estar conmigo ¿no crees Javi?


Continuará…….

jueves, 19 de febrero de 2015

Capítulo 50 - Encontré el amor?

Aquel hombre estaba inerte en aquella cueva, cuando su intercomunicador comenzó a crepitar.

Una voz que salía de aquel aparato dijo: “John, debes desistir de tu intento”.
El hombre, incorporándose sobre si mismo, cogió el aparato y pulsó el botón que le daba la oportunidad de poder comunicarse con la persona que se encontraba al otro lado de las ondas.
“General Truman”, dijo, “No siento las piernas. No dejo de pensar en aquellos muchachos volando por los aires. Y ahora esto”.
“John, la guerra ha terminado y debes irte a casa”.
“No puedo General Truman, no puedo”.
Eva y yo nos miramos de manera cómplice, pues sabíamos que después de aquella conversación, vendría la acción.
Pulsamos la pausa del Blu Ray y nos dirigimos hacia la cocina para preparar más palomitas.
A Eva y a mi nos gustan las películas antiguas y “Acorralado” o Rambo como todo el mundo conoce esa película, nos gusta especialmente.
Ese fin de semana hacía frío y llovía constantemente, así que, qué mejor manera de pasar ese sábado viendo películas, comiendo palomitas y en compañía de aquella preciosa mujer.
El maíz se convertía lentamente en palomitas y nosotros mientras tanto, esperábamos abrazados que el microondas terminase de convertir todos aquellos granos, en el manjar sin el cual el cine pierde su sentido.
CLINK!!!!, sonó el aparato, anunciando que ya podíamos retirar de su interior el envoltorio que ocultaba nuestro esperado manjar.
“Sabes una cosa Eva?”, dije yo, “En las cosas más sencillas, se encuentran los mayores placeres de la vida”.
“Es verdad Javi, estoy totalmente de acuerdo contigo”.
Nos dirigimos nuevamente al salón de la casa, donde nos esperaba John Rambo en la imagen congelada del Blu Ray.
La verdad es que así parado, no parecía tan agresivo…jejejeje.
Eva se sentó en el sofá y no pudiendo reprimir mis instintos, le dí un beso en los labios.
Ella me sonrió y me devolvió el beso mientras me abrazaba, como si pensase que me fuera a escapar.
No Eva, desde luego que no me voy a escapar.
La tarde transcurrió entre películas, palomitas, besos y sonrisas cómplices.
Si yo hubiese tenido que definir el amor, creo que hubiese dicho, que aquella tarde era el amor perfecto, pues estar con Eva me transportaba a esa paz que yo siempre había querido, a ese equilibrio perfecto tan difícil de conseguir.
Rambo terminó por acribillar a toda población de aquella pequeña ciudad y decidimos que el arte de la guerra debía dejar paso a algo más humano, más cercano y más real, así que decidimos poner Love Story, esa película que describe a una pareja que se ama profundamente, pero que termina de manera trágica.
Mientras veíamos esta película, Eva tuvo siempre los ojos aguachinados, mientras yo,  y no queriendo parecer un blandengue, reprimía mis lágrimas diciendo a Eva a cada momento, lo guapa que estaba con aquella carita de pena.

Aquel fin de semana fue perfecto, simple y llanamente perfecto y aunque me había costado llegar hasta él, ciertamente había merecido la pena.

viernes, 13 de febrero de 2015

Capítulo 49 - Tarde en "El Retiro..."

Hola Javi, ¿sabes? Alberto me dio otra oportunidad y el domingo fuimos al Retiro. Hacía un sol espléndido y nos dimos un buen paseo por el parque.

Fue estupendamente asqueroso sentir como todos los pájaros se cagaban en mi cabeza y en mi abrigo, no debía haber otra en el parque o quizás era la venganza de Alberto que les había domesticado para desalojar en mí,  por el episodio del centro de salud, ¡mal empezamos! Pensé. Pero Alberto sonría diciendo: “Mujer, esto es la naturaleza, no pasa nada, en tu pueblo ya te habrá pasado”

“En mi pueblo a estos bichos  se les apunta con una escopeta y ya se les quita las ganas de evacuar donde no deben” contesté.

A mi querido pretendiente no se le ocurrió otra idea que la de que fuéramos al estanque a remar, la tarde prometía y lo supe desde que a duras penas acepté su propuesta.

Pues lo dicho, Alberto sacó el ticket y en un pis pas ya estábamos delante de nuestro “yate a remos”, primera prueba de fuego, subir al bote sin morir en el intento. Primero pasó Alberto, ligero como una pluma, como si nada, a partir de ahí comenzó el espectáculo, Alberto me tendió la mano y yo le agarré con fuerza, mi movimiento para subir a la barca fue como bailar el rock & roll, con pierna para atrás y costalada incluída, mientras la muñeca de Alberto se retorcía en su intento de sujetarme. Al final, ante los aplausos de los ocupantes de las barcas vecinas, conseguí mantenerme sentada, aunque no quieta. Alberto me miraba enfurecido mientras intentaba colocar otra vez las muñecas de sus manos que se le habían dado la vuelta, en la posición original, avisándome de que le sería imposible remar, por el estado en que habían quedado.

Yo parecía que tenía el baile de Sanvito de un lado para otro, sujetándome a los lados de la barca, mientras oía una voz que me susurraba lo que no quería escuchar “Cata, coge los remos y tira, que se nos pasa la hora”.

Estuve a punto de salir corriendo y acabar de una vez por todas con esa engorrosa situación, pero no podía dejar ahí solo a mi Alberto ¡mentira, lo que no podía era salir de aquel bote maldito sin romperme la crisma!

En fin, que tuve que coger los remos, ante la mirada de estupor de mi chico, con gran decisión sujeté uno en cada mano y los metí con fuerza en el agua a ambos lados de la barca sin darme cuenta de que no había profundidad con lo que mi pose quedó tipo sujeción muletas y los remos clavados en el suelo, al intentar sacarlos, para más emoción, había hecho pesca submarina involuntariamente ya que la pala del remo salió con una trucha o yo que sé qué bicho atravesado.

Alberto se levantó, me quitó los remos, se sentó con decisión y empezó a remar suavemente  como si lo hubiera hecho toda la vida, todo habría sido muy romántico si no hubiera hecho tan desafortunado comentario: “Cata en tu pueblo ¿no llevabais las cosas en balsas a falta de coches?ah perdón que no es un poblado de indígeneas ,ja,ja,ja”

“No Alberto, no lo es, nosotros tenemos coches y de todo, ¿me dejas probar con los remos?” Se los arranqué de las manos y en ese mismo momento aprendí a remar con tal rapidez y tal destreza que empezamos a dar giros y trompos acuáticos como si lleváramos una lancha motora, hacíamos olas y estela,  hasta el pez que llevaba en la pala tenía cara de espanto y eso que estaba hecho un fiambre, Alberto agarrado con gran fuerza a los lados de la barca me gritaba que parara, que se estaba mareando pero yo me creía la reina del estanque y me puse tan subidita que me propasé con la velocidad de remada hasta tal punto que con el impulso fuimos a parar directos contra un árbol de la orilla. Alberto acabo con las hojas del árbol en la cabeza, tipo peluca de muñeca chochona y yo metida entre unas ramas con el pez muerto que llevaba en la pala del remo, de sombrero.


Fue una experiencia única y digo única porque Alberto ha prometido no volver conmigo  al Retiro ni a ningún sitio donde no esté cubierto por su seguro de vida y  accidentes.

jueves, 12 de febrero de 2015

Capítulo 48 - Y ahora qué?



Y a partir de ahora, qué?.
El día que salí del frenopático, Eva estaba esperándome en la puerta.
“Hola Javi”
“Hola Eva”.
“Qué tal estás?”.
“Pues muy bien la verdad”.
“Siento todo aquello que pasó, yo nunca imaginé que la cosa acabaría de aquella manera”.
“Bueno, no te preocupes”, le dije, “todo aquello está olvidado”, mientras mi ojo derecho no dejaba de parpadear.
Comenzamos a caminar hacia la parada de autobuses y Eva me cogió de la mano.
Aquello me gustó, si, me gustó, pues el tacto de su mano cogiendo la mía, hizo que hasta el tic de mi ojo se detuviera.
Esperamos la llegada del autobús número 5, que era el que llevaba hasta el centro de la ciudad y mientras tanto, Eva me hablaba con su dulce voz y su eterna sonrisa, de todo lo que le había acontecido, durante aquel tiempo en el que yo estuve curándome.
El autobús llegó y subimos a él. Nos sentamos en la última fila.
Los ojos de Eva brillaban y su boca hilvanaba palabras y frases, siempre amables, divertidas y agradables hacia mi persona.
Me contaba cosas que había hecho, de lugares en los que había estado y personas con las que había hablado.
Eva era posiblemente, la mujer más maravillosa que yo había conocido jamás.
Yo casi no hablaba, prefería que lo hiciese ella.
Eva hablaba y reía con tanta dulzura, que yo casi ni escuchaba lo que decía, solo me quedaba con la hermosura de sus ojos, la frescura de sus labios y la calidez de su cara.
El trayecto fue muy agradable.
La gente subía y bajaba del aquel autobús en cada parada y nosotros, seguíamos sentados en nuestros asientos, como si estuviésemos en el salón de casa, conversando de nuestras cosas y sin que el resto del mundo interfiriese ni en nosotros, ni en nuestra conversación.
No había sonido exterior y si existía, yo, no lo oía.
Aquella era esa situación, en la que nada existe, en el que uno está como en una burbuja, y ni sonidos, ni conversaciones ajenas, son capaces de penetrar en ese momento tan especial.
Mis oídos no oían nada más, que la voz de Eva.
Solo cuando estás con una persona realmente increíble, pasan esas cosas o se tienen esas sensaciones.
Hasta el paisaje parecía bonito y eso que al principio del trayecto, el vehículo atravesó un polígono industrial.
Eva es una mujer preciosa, de piel blanca pero no en exceso, con el pelo negro y liso  y media melena, que deja entrever su fino cuello.
Sonríe siempre con dulzura, y habla de manera cadenciosa, como saboreando cada palabra que sale de sus labios color rojo fuego.
Su cara tiene algunas pequitas, que hacen que siempre parezca alegre, y te hace sentir que la vida puede ser agradable, muy agradable.
Estar con Eva es como estar siempre en un estado de felicidad absoluta. Estando con Eva los problemas no existen y el tiempo no es algo absoluto, si no relativo.
Me gusta Eva y me alegra que haya venido a buscarme.
No puedo imaginar mejor compañía que la de Eva, para salir de un frenopático, o para vivir el resto de mi vida.
Quiero que este autobús jamás llegue a su destino, quiero que Eva me siga hablando de sus cosas.

viernes, 6 de febrero de 2015

Capítulo 47 - No debí acompañarle....

Hola Javi, Alberto sí me volvió a llamar y parece que la cosa de momento funcionaba, me refiero a la relación, je,je, o por lo menos hasta ayer, que le acompañé al centro de salud, te cuento:

Resulta que Alberto llevaba unos días con molestias en su culete y aunque era reacio, con la escusa de que yo le acompañaría, le convencí para que fuera al médico a que le echaran un vistazo.

Llegamos allí sobre las 7 de la tarde, aunque teníamos cita a las 7,20 pero Alberto es muy puntual, así que tuvimos ahí un ratillo en el que nos dio tiempo a tragarnos todos los virus que pululaban por la sala, el historial de enfermedades de la señora mayor de al lado, los pisotones con la escayola del chavalín del otro lado y hasta él vómito de un bebé al que me acerqué a ver, porque era una monada de criatura. Alberto no hacía más que decirme “Tú quédate quietecita, no te muevas y casi ni respires, que el ambiente está muy cargado, no vayamos a llevarnos lo que no tenemos”

Con un poco de retraso nos llamaron y Alberto me pidió que le acompañara también dentro de la consulta.

El médico nos preguntó y Alberto le explicó resumidamente su dolencia:

“Doctor, últimamente tengo pinchazos como por dentro del ano, es como si tuviera algo ahí que no he expulsado, ¿podría ser una piedra un trozo de excremento, un quiste?

A mí ya se me estaba poniendo mal cuerpo con la explicación de mi chico, digo yo, que con que hubiera dicho lo que le dolía bastaba ¿no? Porque casi que estaba dando el diagnóstico….

El médico le invitó a tumbarse boca abajo en la camilla y Alberto me dijo que me pusiera a su lado y le cogiera de la mano.

“Señor, por favor, que no le vamos a operar ni nada parecido, no exagere y señorita póngase Vd. a un lado para que yo pueda hacer el tacto rectal” Dijo el Doctor.

¿Tacto rectal? Pensé yo,¡ pero ezo que e lo que e!

El Dr. House, que es así como yo le apodé, procedió a ponerse unos guantes de plástico y a introducir su mano toda recta por el orificio del culete de mi chico, ahí es cuando entendí lo del tacto rectal. Mi pobre Alberto contestó con un “¡Ayyyyyy!” Mientras que el Doctor decía “¿ahíiiii le duele?” pero Alberto solo decía “Ayyyyyy, siiiii” yo no sé por qué pero me dio el yuyu de que el médico se estaba propasando y que a mi chico le estaba gustando y había oído historias de abusos a pacientes en centros médicos, así que me levante y le pegué tal empujón al doctor que el hombre sacó la mano de golpe, al tiempo que mi chico apretó el culete, con lo que el guante se quedó pillado dentro.

“¡pero qué hace, por Dios!” dijo el médico, “¡qué ha pasado, por qué ha sacado la mano! Gritó Alberto.

Yo estaba de los nervios y contesté: ¡Ya está bien, pedazo de salido, tanto profundizar con la manita en el culo de mi chico, pero esto que es!

 y tú, golfete, qué te pasa ¿Qué te mola? ¿Ahora te has pasado a la carne?

Sé que me pasé un poco, pero aquello no me estaba gustando nada Javi, de verdad que detectaba feeling entre los dos y me estaban poniendo de los nervios.

El médico llamó a la enfermera y al de seguridad, los cuales nos invitaron a salir de allí inmediatamente amenazándonos con llamar a la policía si no lo hacíamos.

Alberto con el guante todavía metido y todo se puso su pantalón a toda leche y salimos despendolados de la consulta. La gente nos miraba supongo que por los gritos o más bien por la manera de andar de mi chico, un poco particular…

Cuando salimos del centro de salud, intenté disculparme, pero Alberto dio media vuelta y se marchó dejándome desconsolada en medio de la calle.


Javi, creo que le he perdido…

jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo 46 - La primera clase de Pádel..o el fin del mundo

Hola Cata, por fin llegó el día de mi estreno, el sábado comenzamos nuestras clases de pádel Eva y yo con su amigo, el monitor endemoniado….., pero no sé si volveré, he tardado una semana en escribirte porque me duelen hasta los pelos de las piernas, te cuento:

La clase comenzaba a las 10 de la mañana, pero yo aparecí por el Club de pádel media hora antes, por aquello de echar un vistazo al panorama y familiarizarme con las instalaciones. Una vez eché un vistazo a las pistas, no sin antes tropezarme con el contenedor de basura, una pelota de pádel descarriada y una botella de agua que algún descuidado había dejado tirada y que a mí me hizo patinar, conseguí llegar al bar sano y salvo, para poderme tomar un café. Sólo había un hombre de mediana edad con un periódico, el periódico no es que estuviera en la barra tomando un café, sino que lo llevaba la persona en la mano, je,je, es por si da lugar a confusión.

Bueno, lo dicho, me acerqué a la barra: “Buenos días, un café con leche por favor”

El hombre con el periódico no contestó, ni siquiera levantó la vista.

“Disculpe, buenos días, me podría poner un café?

Nada, ni inmutarse.

“Perdone que interrumpa su interesante lectura de las noticias, los anuncios o lo que esté Vd. ojeando, pero necesitaría tomarme un café y tengo clase de pádel en 15 minutos”.

El hombre por fin se dio por aludido y esta fue la conversación: “Clase de padel ¿eh? Je,je ¿y quién es su monitor? No será un tal Javi”

“Si, en efecto, eso me ha dicho Eva, se llama Javi, ¿le conoce?, no se habrá marchado porque Vd. no le ha puesto tampoco el café, como a mí, je,je”

“No se ha marchado porque le tiene Vd. delante, listillo, ¿o es que tengo cara de camarero?”

Glupp, por fin entendí por qué el maniaco de las noticias no me ponía el café, pero tampoco entendí su respuesta, pues creo que la gente en general no tiene o sí cara de camarero.

“Pues disculpe, es que como no hay nadie más, pues pensé que…”

“Ahhh, y si hubiera habido solo un perro ¿Vd. le habría pedido un café? Mal empezamos, cómo sea Vd. igual para el pádel….”

“je,je,je, bueno, evidentemente los animales no son personas ni sirven cafés en ningún sitio, no es lo mismo”

“Pues los monitores de pádel tampoco, sólo servimos bolas, ¿está claro? Y dicho esto, encantado y no me llames de Vd., soy Javi súper pádel el amigo de Eva, por cierto, te hacía más guapete y aparente, con lo buena que está Eva”

Todo este comentario desagradable e insulso, propio de un patoso sin solución fue acompañado de varias palmaditas en la espalda que me retumbaron no te digo cómo…

Por fin, llegó Eva, tan mona, con su sonrisa, su faldita blanca que la quedaba a la perfección en aquel cuerpo de infarto.

“Buenos días, chicos, ya veo que os habéis presentado en mi ausencia, qué bien, entonces ya podemos ir a pistas ¿no?”

Los dos contestamos a la vez,  babosos y embobados por el encanto de aquella divina criatura: “Siiii, cuando quieras!!!!”

“Ja,ja,ja, ¡qué graciosos, los dos a la vez, me parto!”

Llegamos a la pista, hacía un día estupendo, cielo azul y un sol espléndido, todo acompañaba, excepto Javi, el monitor, a mí ya se me había atravesado este individuo, pero decidí ser amable e intentar aprender, por agradar a Eva, la divina criatura.

“Bueno, Javichi ¿has cogido alguna vez una pala?!

¿Javichi? ¡pero éste de qué va!!!!

“Pues bueno, yo he jugado al tenis, hace unos años, no sé si eso valdrá de ayuda”

“Bien, entonces podemos saltarnos lo básico y pasar directamente de nivel, a ver cuántas bolas me pillas, Eva, salte un momento de la pista, no vaya a ser que dañemos tu preciosa cara o tu divino cuerpo”

Yo a este le mato, ¿será……?

El caso es que el as del pádel, o más bien diría yo, el “as quejoso”, empezó a tirarme bolas a mansalva, de un lado para otro, durante al menos 5 minutos, cada vez más deprisa y  yo por lucirme delante de Eva, corría desesperadamente para pillarlas todas, dándome contra paredes, red y desollándome los tobillos con las bolas que quedaban por el suelo. El bicho sólo paró de tirar bolas, cuando se acabó el carro y para entonces yo sólo quería morirme o que alguien llamara al 112.
El resto de la hora, tuve que quedarme sentado en un banco, mientras que veía como el “as queroso” mostraba a mi Eva las tácticas más útiles para hacer buenos puntos, para lo cual la ayudaba a girar la cadera, la tocaba la cara y la cogía la mano continuamente, como si la chica no supiera mover sola sus articulaciones.

Pero no me podía rendir y decidí retar a aquel “listillo”.

“Bueno Javi”, le dije, “Creo que ya he descansado lo suficiente y que podemos echar un partidillo, para ver si lo que me has enseñado, me ha servido de algo”.

El profesor me miró con cara de incredulidad y dijo: “Eso está hecho”.

Me situé en el fondo de la pista, para esperar el saque de aquel individuo.

Él lanzó la pelota con todas sus ganas y yo se la devolví con rabia.

Subí un poco hacia la red, para devolver de nuevo la pelota.

Él hizo lo mismo, la devolvió y subió hacia la red.

Yo con fuerza desmedida le devolví la pelota y subí un poco más hacía la red.

Él hizo lo mismo.

La pelota seguía en juego y de un lado hacia otro.

Devolví y subí.

Él devolvió y subió.

Llegó un momento, en el que ambos estábamos pegados a la red, devolviendo la pelota al otro con el brazo estirado y mirando hacia el cielo. Eso parecía un video-juego de ping pong de la play 4. Tan cerca estábamos el uno del otro, que sin mover el brazo, la pelota rebotaba en la raqueta del otro sin apenas moverla.

La tensión era palpable, y nuestras miradas se entrecruzaban con rabia y odio……………..no había más de 15 centímetros entre su raqueta y la mía y la pelota iba cada vez a mayor velocidad………………..

Ya no era necesario imprimir fuerza al golpe, pues la cercana distancia entre nuestras raquetas, hacía que la pelota rebotara de una raqueta a otra sin apenas esfuerzo.

Mis ojos, rojos de la ira, emparentaban con los ojos reventados en sangre de aquel profesor, que viendo el infinito de aquella jugada, solo pudo hacer una cosa………… meterme un dedo en el ojo…………

Me dio igual, yo seguía impertérrito sujetando mi raqueta y devolviendo aquella pelota.

El dolor no existía, mi brazo derecho seguía en su misma posición, mientras que mi mano izquierda le soltó un bofetón en plena cara.

No se rindió, quedó iniesto como un palo y por debajo de la red, me soltó una coz.

Seguíamos devolviendo la pelota con nuestras raquetas, mientras el resto de nuestros miembros sacudía al contrario……………

Se hizo de noche y la situación era la misma.

Brazo derecho en alto, pelota rebotando de una raqueta a otra y  golpes y más golpes al contrario.

Eva que miraba la escena, y que no podía creer aquello, se sentó en un banco para echarse colirio en los ojos. Es que los tenía secos de no parpadear durante horas.

Bueno también se echó crema corporal, se cambió de traje después de ducharse, habló por wassap, escribió un libro sobre su vida y se casó dos veces.

Todo terminó de manera sencilla.

La pelota no aguantó más y deshilachada se desinfló y cayó al suelo.

Pero eso no importaba, nuestras raquetas seguían ergidas al aire y nuestras miradas fijas en el contrario. Llenas de odio, de ira y de desprecio.

Un mes después los del SAMUR nos llevaron al hospital……………

Nos dieron camas contiguas y nuestras miradas siguieron clavadas en el otro……………..

Me abalancé sobre él para quitarle el gotero y el aprovechó para clavarme un aguja en el pecho.

Le tiré de la cama y él me sacudió con una palangana.

Le dí con la bandeja de las comidas y el me tiró a Loli, que era una enfermera pequeña  de estatura que estaba de guardia.

Me zafé de Loli empujándola hacia arriba, y me dirigí hacía el carrito que traía, lleno de agujas y de aparatos de medición…..cogí uno (era lo de medir la tensión) y se lo puse al profesor de pádel en el cuello, mientras le daba al ON.

Mientras al profesor de pádel se le hinchaba la cabeza por la presión, me inyectó un paracetamol y tres Ibuprofenos.

Los gritos del resto de pacientes de Urgencias hizo llegar a todo el personal hospitalario, que viendo aquella dantesca situación, no tuvo más remedio que sedarnos………… a base de puñetazos…………..

Tres meses después……………..aún sigo en el psiquiátrico, esperando algún día poder encontrarme con aquel profesor de pádel.

JAJAJAJAJAJAJA.