Hola
Javi, aquí estoy en reposo, no te voy a decir qué me duele, porque no lo sé
exactamente, o mejor dicho, acabo antes, diciéndote lo que no me molesta, ¿las
pestañas, quizás? Sí, eso, siempre que no cierre los ojos, claro. Bueno te
preguntarás qué me ha pasado, pues te cuento:
Como
estaba tan triste por mi última movida con Alberto, mi amiga del alma me apuntó
con ella a una ruta de senderismo con su primo Javier, que es guía de montaña,
además de recién separado…..
Tuvimos
que subir en el coche hasta el punto de partida desde donde íbamos a realizar
la caminata. Así que allí estuvimos a las 9 de la mañana.
Como
nadie me explicó nada, yo iba vestida como pensaba que sería mejor para la
ocasión: pantalón corto, botas katiuskas con calcetín gordo, gorra y mochila
con de todo….. Lo malo es que mi indumentaria era prestada y entonces, así me
pasó:
Ø Los pantalones de la talla 38, pues
eso, que me apretaban el….., pero con no respirar muy profundo y llevar un
botón desabrochado, asunto resuelto. El llevar las piernas embutidas se podía
soportar.
Ø Las botas, de mi hermano, feas, viejas
y grandes, del número 41. Pero yo me puse dos calcetines gordos y así no se
movían tanto los pies por la bota, solo un poco, pero cuestión de controlar con
pasos cortitos y firmes.
Ø La gorra, me la había prestado mi
amiga, como el pantalón, pequeña, como para su cabecita en forma de hueso de
aceituna, no muy adaptable a mi cabeza grande y con mucho pelo, pero después de
varios esfuerzos entre las dos conseguimos encajarla, preferí no pensar en
aquel momento, como me sacaría aquella gorra de mi cabeza sin levantarme la
tapa de los sesos.
Ø La camiseta, lo único que era mío,
bien, muy propia, por el dibujo de Micky Mouse haciendo escalada, je,je.
Ø La mochila, muy grande, tanto que mirándome
por detrás no se me veía la cabeza, vamos que sólo se divisaban un bulto muy
grande, un culete y unas piernas andando. Yo la llené a tope de cosas para
aprovechar el espacio…., me daba pena llevarla vacía, así que metí lo
siguiente:
Botella de agua de 2,5 litros,
4 bocadillos de media barra de pan cada
uno (por si alguien no llevaba y para invitar al primo de mi amiga, por tener
un detalle).
½ Kg. De plátanos.
½ Kg. De naranjas
2 bolsas de frutos secos.
1 forro polar
1 chubasquero
1 cambio entero de ropa (incluyendo
zapatillas de deporte)
1 linterna
1 botiquín con de todo
1 saco de dormir.
Utensilios varios…
Vamos
que cuando me vio aparecer el primo de Ana, lo primero que me dijo fue:
“Vaya
Cata, ¿has aprovechado para irte de casa? Porque te has traído la casa entera,
ja,ja,ja”
“Bueno
Javier, yo soy muy previsora, quién sabe si nos hará falta algo”
Y
si nos hizo falta, si…..
Bueno,
comenzamos la caminata, yo con una energía impresionante, estaba muy contenta
con la idea de hacer mi primera ruta de senderismo y además, Javier, el guía,
estaba bastante majete y no se separaba de mi lado, así que iba encantada.
El
único problema es que con el peso de la mochila el cuello se me había caído
para abajo y no podía levantar la cabeza, para mirar al frente, ni mucho menos
para mirar a Javier, con lo cual, después de darme de frente con dos árboles,
el chico me iba avisando, cada vez que se acercaba un “obstáculo frontal”
Por
el contrario, el suelo lo tenía super controlado, era el único lugar donde
podía mirar.
La
ruta se fue desarrollando con normalidad, hasta que llegamos a la bajada del
sendero ¡ay la bajada del sendero! Eso era como pabernos matao, empinada como
el tobogán más heavy del Aquopolis, pero eso no se podía bajar sentado, no
quedaba más narices que hacerlo de pie, o rodando….
Todos
empezaron a bajar sin problemas, como expertos, hasta mi amiga Ana, ¡yo estaba
flipando! Pero no era capaz de dar un paso, entre el vértigo de mirar para
abajo y que cada vez que intentaba dar un paso, la mochila se me vencía y
parecía que me iba a dejar los morros en el suelo, me estaba poniendo malita.
Para
disimular, me agarré a un árbol y puse la excusa de que se me había metido algo
en una bota. Javier se quedó conmigo para no dejarme sola, todo un caballero,
al menos eso parecía, pero cuando dejamos de divisar al resto del grupo, se
abalanzó hacia mí con tal ímpetu que si no llega a ser por la amortiguación de
la mochila, hubiera dejado la huella de mi espalda en el tronco del árbol.
Empezó
a besarme y a tocarme por todos los lados y a mí me pilló esto de tal sopetón
que comencé a defenderme dándole a diestro y siniestro pero sin conseguir
quitármele de encima.
De
repente, debido al esfuerzo por el forcejeo, se me estalló el botón del
pantalón, y se me cayó hasta los tobillos, dejando a la vista mis braguitas
brasileñas y entonces el salidorro empezó a gritarme “¡si, si, sabía que te
gustaría, ya me dijo tu amiga que estas muy necesitada!”
Manda
narices, ten amigas para esto….
Entonces
decidí acabar con el ataque sexual que no me estaba molando nada, por la
brusquedad y sin permiso, con lo pudorosa que yo soy, así que me giré con
fuerza, como si fuera un miembro del Equipo A y le pegué tal mochilazo al guía
en la cara que cayó redondo al suelo y empezó a rodar para abajo por el
sendero.
Yo,
en mi intento de ayudarle para que no siguiera cayendo, también rodé detrás de
él, parecíamos dos croquetas empanándose.
Cuando
por fin llegamos abajo, donde había una llanura, nos encontramos con las
miradas atónitas del resto del grupo.
Javier
era un chico fuerte y preparado, así que se levantó sonriendo como si nada.
Yo
sólo conseguí levantarme 10 minutos después. No tenía botas, ni pantalón. Mis
piernas estaban magulladas, llenas de hojas y barro, vamos que parecía que
venía de una misión militar en la selva. Lo único que conservaba era la jodía
mochila y la gorra estrujándome la cabeza.
Aunque
como el chiquito de la calzada, afortunadamente, pude andar lo suficiente
para llegar a un bar próximo donde me quedé sentada a la espera de que mi amiga
fuera a por el coche para venir a recogerme.
Javier,
el guía de montaña, no ha vuelto a hablarse con mi amiga, su prima, de hecho,
dice que se ha ido unos meses al Tibet, a pensar….
Mejor, a ver si allí se le relajan las ideas y
lo demás…..