Tengo
una buena y una mala noticia, Javi, la buena, he vuelto con Alberto, la mala,
no sé si me volverá a llamar. ¿Has estado alguna vez en un spa? A mí me invitó
el otro día y te cuento….
Llegamos
al Spa y después de pasar por Recepción donde nos facilitaron una llavecita
para la taquilla, cada uno fuimos a nuestro vestuario para ponernos el bañador
y demás.
Yo
me metí en el primero que vi, en realidad era un cuarto de baño, muy estrecho, casi
todo ocupado por el sanitario, así que después de dar varios bolsazos por
doquier y tirar al suelo el dispensador del papel higiénico, conseguí por fin
acoplarme y encontrar una percha donde ir colgando la ropa que me quitaba. Me
había comprado todo nuevo: bañador, toalla, chanclas y gorro, lo que me había
dicho Alberto que se necesitaba.
Empecé
con el bañador, de competición, por supuesto, Alberto es muy celoso y no quería
exhibir mi cuerpo en bikini. Pero ¡ay va! Casi hubiera sido mejor, al ponerme mi
bañador nuevo, pude detectar que, o me sobraba cuerpo o me faltaba tela,
aquello me oprimía hasta el punto de clavarse los tirantes en los hombros a no
ser que llevara medio culete fuera, opción esta última, que no me quedó más
remedio que elegir, si no quería morir desangrada por los tirantes de un
bañador, así que al final iba casi en tanga brasileño.
Después
la segunda parte, la toalla, me la puse para intentar disimular el descaro de
mi vestimenta y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que no había elegido el
tamaño adecuado, pues la maldita toalla me llegaba por la cintura, acepté mi
segundo patinazo y continué con la preparación.
Las
gafas, tenía puesta toda mi esperanza en ellas, tenían que ser correctas,
adecuadas y adaptarse a la perfección a mi cara, pero no, no fue así, cuando me
las puse, aún ajustadas hasta el mínimo, se me clavaban en el contorno de los
ojos, de manera que parecía un auténtico y verdadero sapo.
El
gorro, ¡ay el gorro! Cuando me puse aquello en la cabeza, me la oprimió tanto que
parecía un teletubie recién levantao, no sabía si mi cerebro iba a poder
funcionar con tanta presión, de hecho, no sabía si mi cerebro iba a poder
volver a funcionar.
Las
chanclas, lo único que ya podría hacerme parecer normal, también me fallaron,
esta vez fue por exceso, me quedaban tan grandes, que al ponérmelas se me
resbalaron los pies para delante y casi me atravieso los entre dedos con la
dichosa goma, así que opté por intentar andar con los dedos aferrados a la goma
de la chancla, como si fueran garras, para no darme la gran leche, era difícil,
pero sé que con algo de empeño lo conseguiría.
Bueno,
pues una vez apañada salí del diminuto baño, con mi bañador modelo tanga
brasileña, mi toalla de tocador…, por la cintura, mis gafas modelo “sapo”, mi
gorro “teletubie cabreao” y mis chanclas “agárrate que te matas”.
Era
tal mi aspecto, que cuando salí a la piscina y me acerqué a Alberto, sólo se le
ocurrió decirme:
“Disculpa, estoy esperando a mi novia”.
“¡Que
soy yo Alberto!”
“¿Tú,
Cata? Por Dios, parece que te has comprado las cosas en la sección de 8 a 10
años, excepto las chanclas, que deben ser de tu abuelo ¿no?, je,je”.
La
verdad es que el aspecto de Alberto tampoco es que fuera de uno de los
“Vigilantes de la Playa” así que también le di lo suyo:
“Bueno
Alberto, la verdad es que a mí también me ha costado acercarme a ti, porque no
es muy agradable meterse en un Spa con alguien que se pone un preservativo en
la cabeza, en vez de donde corresponde, además tu bañador es como los que
llevaba José Luis López Vázquez en las películas de los años 60 y tus chanclas
con tira cruzada parece que se las has quitado a tu tía Herminia en un
despiste, por no hablar de tus gafas de color naranja que lo mismo son de tu
sobrina la de la cara grande”.
“Gluppp,
bueno Cata, vamos al grano, hagamos el recorrido por el Spa”.
Y
así hicimos, nos metimos en la piscina de olas, que era una gozada porque te
dejabas llevar y no tenías ni que mover los brazos, lo pies sí, claro, porque
yo intenté no mover nada y casi me trago el bordillo con los dientes, los
chorros en los pies, yo me moría de la risa, es mi punto débil y donde tengo
las cosquillas.
La
piscina de chorros, menudo susto cuando se acercó Alberto a uno de los
chorrillos, se quedó tan pegado a él, que yo creía que le estaba chupando la depuradora para
adentro, entonces empecé a tirarle de las piernas, hasta que me pidió que por
favor me estuviera quieta, que el chorrillo le daba gusto en el abdomen, si,
si, en el abdomen…, pensé yo.
Y
por fin llegamos al famoso yacusi. Había una pareja, pero como se nos acababa
el tiempo, Alberto se empeñó en que nos metiéramos, así que nos metimos y nos pusimos
enfrente de ellos.
Estaba
bien, se te movía todo el cuerpo, pero llego un momento que yo empecé a
mosquearme, porque ahí no hacía más que salir burbujas y a mí mi madre siempre
me había dicho cuando me bañaba de pequeña que cuando salían burbujas, había
pedete, así que me empezó a dar bastante mal rollo.
Entonces
miré a Alberto y tenía gran cara de satisfacción, así que le dije: “¿Has sido
tú?”
“¿Yo,
el qué?”
“Ya
sabes, un pun…”
“Cata,
hija, qué cosas tienes, yo no”
Entonces,
ya empecé a descomponerme, porque una cosa es aguantarme con los de mi novio y
otra muy diferente, con los de uno o una que no conozco de nada así que como allí
nadie daba la cara, me lance a saco, sin más dilación:
“Disculparme,
¿alguno de los miembros de la parejita padece de gases?”
“¿Perdónnnnnnn?,
o sea” contestó la chica con boca chancla y acento como si tuviera pegado un
chicle en el paladar.
“Un
poco de respeto señorita” prosiguió su pareja, con cara de escocido.
“¡Cata,
por favor! ¿Cómo te atreves? Remató mi querido Alberto con gesto de “la estás
liando…”
Pero
yo no me pude callar y proseguí:
“A
ver, aquí todos somos muy educados y pulcros, pero lo que está claro es que
alguno se ha tirado un pedete, o varios…..porque no paran de salir burbujas
para arriba y eso de toda la vida es porque los gases suben, no es que suene,
ni huela ni moleste, pero es un poco asqueroso estar metido en la piscina con
alguien que de un momento a otro puede hacerse hasta caca, comprenderlo, por
favor, hay baños públicos, a la vuelta de la esquina, salís, desahogáis y luego
volvéis, yo os guardo el sitio.”
“Los
tres, incluido Alberto, me miraron atónitos, sin dar crédito a lo que estaban
escuchando.”
Por
fin, Alberto, con su media sonrisa de “hoy te mato o te mando a freír
espárragos” comentó:
“¿Podréis
disculpar a mi novia?, es que no frecuentamos estos lugares, de hecho, ella es
la primera vez que viene y no está acostumbrada, porque no es de aquí y en su
país no hay de esto. Cariño en el yacusi siempre hay burbujas porque el agua se
mueve y da masajes en el cuerpo, je,je.”
La
pareja empezó a reír a carcajadas, de tal manera que se les veía hasta los
empastes.
Yo
me levanté me salí de la piscina de pedos, que es con el nombre que se ha
quedado y me dirigí a los vestuarios para cambiarme, para mí, se acababa de
terminar la tarde de Spa.
Desafortunadamente
y para colmo, había perdido la llave de la taquilla donde tenía mi ropa, entre
idas y venidas a recepción, explicaciones y hasta que convencí al guarda de
seguridad de que en aquella taquilla estaban mis cosas, pasó un buen rato hasta
que conseguí salir fuera.
Alberto
me estaba esperando y gruñendo me preguntó:
“¿Dónde
te metes, Cata, no te parece bastante la que has liado? ¡Qué vergüenza!”
Yo
que ya estaba calentita, le contesté:
“Mira
guapo, yo no tengo por qué saber que existen piscinas donde salen burbujas sin
que la gente se tire pedos y no es porque sea de otro país ni porque en mi país
no las haya, sino porque no he estado nunca en un Spa de estos que por cierto,
parece que son piscinas con mala leche porque encima que te obligan a cambiarte
en un cuarto de baño estrecho y te dan una pulsera para la llave de la taquilla
que se deshace en el agua y claro, la pierdes, encima te duelen hasta las
pestañas cuando sales por los puñeteros masajes del agua en el cuerpo.
¡Para
eso me voy a la playa y me pongo a jugar con las olas, que es más divertido y
encima me pongo morena!
Además
te queda fatal el preservativo ese en la cabeza y el bañador es para echarse a
llorar. Si llego a seguir mirándote hubiera perdido toda la química que he
tenido hasta ahora contigo. Adiós Alberto, necesito darme una ducha y
reflexionar sobre esto.”
No
sé si me pasé Javi, Alberto no ha vuelto a llamarme….
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