jueves, 29 de enero de 2015

Capítulo 45 - Eva

Después de aquel fin de semana, me pasé quince días convaleciente y en la cama, pues el catarro que me agarré, fue de órdago.

Una vez y ya recuperado, estaba desayunando un sábado por la mañana, y me decidí a volver a mirar los perfiles de mujeres de aquella página llamada “Te buscó a ti”; Si, aquella página dónde empezó mi búsqueda de pareja, para ver si algo había cambiado y sobre todo, para ver si había chicas nuevas.

Ví un perfil que decía: -Hola, me llamo Irina, soy rubia, ojos azules, delgada y enseño el búlgaro-

Joer qué directa es esta Irina, voy a escribirle.

Le escribí y resulta que el búlgaro era un idioma, y no lo que yo imaginaba.

Había otro que decía: - Busco pareja, estoy divorciada desde hace dos años y lo mismo te encuentro-

No tuve valor para seguir leyendo y cerré rápidamente aquel perfil, pues aquella chica era la que tenía los pies llenos de musgo.

A ver, otro perfil……mira mejor no sigo, que esto es lo mismo de siempre.

Estaba terminando de esbozar ese pensamiento, cuando sonó en mi teléfono móvil el silbidito de Whatsapp.

Era Eva, la chica del la casa del fin de semana donde agarré el constipado.

El texto decía: “Hola Javi, siento lo que te pasó y me gustaría que volviésemos a vernos…… ☺”.

Yo le contesté: “Hola Eva, cuando tu quieras”.

Y Eva dijo: “¿Qué te parece si quedamos hoy? ☺ ”.

“Bien, me parece bien, dime dónde?”.

“Podemos quedar en Maribi¨s………..(O_O).

“Si claro, pero dime dónde está”.

“En la calle Carmelocotón, número veinticinco :))) ”

“Vale, allí estaré y a qué hora?”

“Te parece a las 7 de la tarde?....:)))))”.

“Si, claro, allí estaré”. ;)

“Vale. Besos”.

-Besos, ha dicho besos?????, esto promete.-

A las 7 de la tarde estaba yo en Maribi´s, una cafetería muy mona del centro.

Me quedé esperando a Eva en la puerta y ella llegó puntualmente.

“Hola Eva”

“Hola Javi”.

“Pasamos?”

“Si claro”.

Entramos en el local y nos sentamos en una mesa.

El lugar era acogedor, y estaba decorado con un ambiente elegante. Se notaba que Eva era una mujer de buen gusto.

La música tenía el volumen preciso para ser escuchada y a la vez para poder mantener una conversación. Los temas musicales que sonaban, eran relajantes y muy adecuados para la ocasión.

“Oye Javi”,

“Dime Eva”.

“Te gusta jugar a Pádel?”.

“Pues si, he jugado en alguna ocasión, por qué lo dices?”.

“Pues mira, porque tengo un amigo que da clases y lo mismo te apetece que él te enseñe un poco, además yo también me apuntaría y así podemos hacerlo juntos. Que te parece??”.

“La verdad es que me parece muy bien Eva”.

“Pues nada, mañana llamo a mi amigo y le digo que el próximo sábado lo reserve para nosotros y que sepas que es un profesor buenísimo, hasta ha escrito un libro sobre Pádel”.

“Mejor que mejor Eva”.

Nunca hubiese podido imaginar lo que aceptar aquella invitación supondría en mi vida y sobre todo en lo referente a conocer a aquel profesor de Pádel.

El resto de la tarde transcurrió entre conversaciones amables y muchas risas, pues Eva era una mujer con la que se podía hablar de cualquier tema y además una risueña sin remedio.

Mientras hablábamos, yo miraba los ojos de Eva, y ella se fijaba en los mios, provocando ambos un puente entre nuestras miradas, que se hacía cada vez más intenso.

Las palabras de Eva resonaban en mi cabeza, como si fuesen capanillas de dulce sonido y cada vez que ella sonreía, mi alma se llenaba un poco más, con la rebosante alegría de aquella preciosa mujer.

Parecía mentira, pero nada se caía al suelo, ni yo tiraba nada, ni nada se me venía encima. Yo no sé que pasó aquella tarde, pero lo cierto es, que la normalidad inundó mi mundo y apartó de mi todos esos sucesos que hasta el día de hoy, me habían perseguido.   

Era una sensación nueva para mi, nada estropeaba aquella cita y sin duda era una experiencia muy agradable.


Crucé los dedos…………………..

Capítulo 44 - Conociendo a la familia de mi chico..., la lié.

Pasaron dos meses sin que Cata y Javi tuvieran contacto….y Cata se animo a reiniciarlo:

Hola Javi, ¿qué tal? Hace mucho que no contactamos, espero que no sigas en la puerta del chalet de tu amigo y te hayas congelado, ja,ja,ja.

Yo la verdad es que he andado liada, porque conocí a un chico estupendo y parece que las cosas van para adelante, aunque estoy un poco preocupada porque el otro día me invitó a comer a casa de sus padres y fue un desastre, te cuento:

A las 13,30 ya estaba llamando a la puerta pues yo soy muy puntual, pero también muy despistada, porque parece ser que me esperaban desde las 13,00 horas, así que cuando Amelia, la mamá de Alberto me abrió la puerta, ¡la primera en la frente! Se puso a modo barrera  de tal manera que yo no vi espacio por donde entrar y me dijo:

“¡Bueno, bueno, tú debes ser Cata, más vale tarde que nunca, pensábamos que te habías perdido, je,je!”

La mujer no dejaba de mirarme de arriba a abajo y de izquierda a derecha, parecía un escáner y me daba la sensación de que me estaba viendo hasta la ropa interior, por Dios. Afortunadamente enseguida apareció mi querido Alberto para recordar a su mami, que me dejara entrar a casa, pues era su novia, no la vecina que vende papeletas para el viaje de fin de curso de su hijo y que siempre aparece a la hora del aperitivo…

Por fin dentro de la casa, me pasaron al salón donde pude comprobar que había unas 10 personas entre familia y amigos alrededor de una mesa enorme llena de aperitivos y todos me miraban con sonrisa de cuando estrenas dentífrico, yo les correspondí con la misma, además de unas buenas tardes.

De repente, todos vinieron hacia mí a la vez con los brazos estirados hacia adelante, vamos que aquello parecía una película de zombis, menos mal que todo lo que me llevé fueron abrazos y besos y no mordiscos, a la vez de una retahíla de nombres que sonaban en mis dos oídos a la vez y que no pude recordar después en cada una de las personas. Tengo que reconocer que fue una acogida muy cariñosa, aunque el abuelo me tocara el culo y la abuela que la pobre no veía más allá de sus narices, me besara en los ojos provocándome casi una conjuntivitis y llevándose toda mi bonita sombra verde a sus labios.

No conformes con este caluroso saludo, abrieron una puerta, supongo que del garaje de la que salió un dogo argentino negro como el tizón, que era más alto que la abuela y debía pesar unos 40 kilos o más. El bicho se abalanzó contra mí, de tal manera que me empotró contra la pared y por un momento creí que la había atravesado hasta la habitación contigua con la espalda. Pero eso no fue lo peor, seguidamente, se me puso de patas y comenzó a lamerme completamente la cara, hasta dejarme sin maquillaje, rímel, colorete y la poca sombra que me había dejado la abuela al
besarme. 

Como remate final, el enorme bicho se agarró a mi pierna y sacó sus intimidades con el fin de desahogarse, ahí por fin reaccionó el padre de Alberto:

“¡Manolo, deja a la chica, que vas a poner la alfombra perdida!” 

Curioso el nombre del perro y más curioso aún, que al papá de mi chico le importara más la alfombra de su casa que mi dignidad, higiene y seguridad….

Por fin, conseguí escaparme dos minutos al baño para recomponerme y arreglar el desastre que tenía montado en mi cara, pues parecía un muñeco llorón, con toda la pintura corrida. Así que me lavé la cara, me pinté, me peiné y me eché colonia. De repente, a punto de salir del baño, vi algo en el suelo, largo y verde que corría de un sitio para otro. Volví a mirar y me encontré una especie de lagarto o iguana de casi un metro que me miraba, sacando su larga lengua y con ojos amenazadores, así que incapaz de gritar por el terror que me dan estos bichos, abrí corriendo la puerta para salir despendolada, con la mala suerte de que se me enganchó la manga del jersey de lana en el picaporte y cuando llegue al salón corriendo y ante la mirada atónita de la familia de Alberto, ya no quedaba jersey, solamente un poncho, sin nada debajo, solo el sujetador.

Expliqué lo que me había pasado y todos rieron a carcajadas, de hecho la madre de Alberto tuvo que ir a cambiarse el tena lady y la abuela se fue directamente a por la fregona para limpiar el charquito debajo de su silla, el abuelo se rió tanto que le salió disparada la dentadura hasta pasar a formar parte del plato de queso que había de aperitivo.

Yo hice un esfuerzo por sonreír aunque por dentro me estaba acordando de las estupendas mascotas de la “querida” familia de mi “querido” chico.

Alberto me dio una palmadita en el hombro, me dejó una sudadera y nos sentamos por fin a comer.

Me sirvieron vino y empezamos a degustar los aperitivos. Todo iba bien, conversación amena y buen rollo hasta que de repente…..noté como algo me desgarraba totalmente la media y a la vez me la destrozaba, me aparté con la silla tan bruscamente que se venció para detrás y me quedé con las piernas para arriba totalmente espatarrada, como llevaba falda y medias sin braguero, es decir, hasta la parte de arriba de la pierna,  dejé a la vista todo el tanga. El abuelo aplaudía, los adolescentes de la hermana de Alberto silbaban, el pequeño Pablete de 5 años, tiraba migas, a ver si encestaba, en fin, aquello fue un drama. 

Alberto me ayudó a incorporarme y me preguntó furioso:

“¿Pero que te ocurre, por qué este espectáculo?” como si hubiera sido a propósito, una demostración de acrobacia o algo así, yo ya no podía más y le dije:

“¡¡¡¡¡Alberto, algo me ha arañado la pierna debajo de la mesa, es que en esta casa no hay más que bichos por todos los ladosssss!!!!


A lo que me contestó:

“¡Ahhh debe ser Ismael, el gato de la abuela, el pobre ya no ve y se debe haber confundido con sus medias!”

Vaya con el gatito, pensé, el abuelo le pego una patada por debajo de la mesa y el gato salió zumbando hacia la cocina.
Los padres de Alberto me pidieron disculpas y continuamos con la comida. Todo volvió a la normalidad, hasta que llegaron los bígaros, sí, unos bichos muy parecidos a los caracoles, pero de mar, yo no quería probarlos porque me conozco, pero Alberto y toda su familia insistieron y por intentar arreglar todas mis patosadas y quedar bien, accedí a probarlos.

Nunca debí hacerlo, jamás, metí la aguja en la concha como me indicaron, pero como el bicho no salía, forcé y a la primera de cambio, el bígaro salió disparado hacia arriba con la mala suerte de ir a parar al cristal de la gafa de la madre de Alberto, donde se quedó pegado. Los niños y el abuelo se partían de la risa, el padre de Alberto con una media sonrisa forzada, me guiñó el ojo y el cuñado aplaudía por debajo de la mesa, disimulando la carcajada. Yo me levanté precipitadamente con el fin de ir a disculparme a Amelia, la mamá de Alberto, pero tropecé con el bastón de la abuela y me caí encima de su moño, ¡quien me iba a mí a decir que la mujer llevaba peluca! ¡A la pobre la dejé calva en dos segundos!

De repente todos callaron, nadie reía y sólo se podía ver como la cara de la abuela cambiaba, salía espuma por su boca y casi le daba vueltas la cabeza, parecía la niña del exorcista en su vejez. La mujer levantó el bastón para arrearme, por suerte Alberto me levantó de la mesa, me dio mi bolso y mi abrigo y me acompañó a la puerta, una vez allí, me dijo:

“Nena, si eso otro día vienes más tranquila, te tomas el café y pruebas el pastel de mi madre, vete antes de que la abuela encuentre la puerta”

Dicho esto, me dejó en la calle y me dio con la puerta en las narices.


Javi, ¿Tú crees que Alberto volverá a llamarme...?

jueves, 22 de enero de 2015

Capítulo 43 -Menudo constipado

Hola Cata.

La verdad es que tu cocinero tenía telita.

Bueno, yo te contaré, que llevo tres días constipado; con toses, estornudos y algo de fiebre y todo, como siempre, por mi mala cabeza.

Me invitaron unos amigos a pasar el fin de semana en su casa de la sierra.

Nos fuimos el viernes por la tarde y ya entrada la noche, llegamos a aquella casa enorme, hecha de piedra, y que se encuentra en una ladera cerca de un pequeño lago.

Al llegar, la casa estaba helada, pero pronto entramos en calor, pues la vivienda tiene una buena calefacción y una chimenea enorme.

La cena fue agradable y yo aproveché para contar mis últimas aventuras amorosas, que por cierto, hicieron reír mucho a mis amigos.

Además de los amigos de siempre, estaban invitadas algunas personas que yo conocí allí por primera vez y entre ellas, había varias mujeres de mi edad más o menos, así que la noche prometía.

Todo transcurría de maravilla e incluso tuve la oportunidad de hablar de mi búsqueda de pareja, lo cual provocó interés en una de aquellas mujeres.

Su nombre es Eva.

Eva es una mujer con unos ojos verdes preciosos y un aterciopelado cabello largo.

En un momento dado y cuando todos hablaban los unos con los otros, Eva se dirigió a mí, y entablamos una agradable conversación.

“Bueno Javi”, dijo ella “ Y has encontrado por fin a tu Dulcinea??”.

“Pues la verdad es que no Eva, me está resultando difícil encontrar a alguien afín a mis pensamientos”.

“Pues te digo una cosa” interpeló Eva “A mi me pareces un chico muy gracioso y amable, además de educado, así que no entiendo cómo es posible que aún sigas sin pareja”.

“Pues no sé Eva, pero la verdad es que no debo gustar a las mujeres”.

“Anda, no digas tonterías, lo que pasa es que no has dado con esa mujer que entienda tu forma de ser”.

Si claro, pensé yo, aún no encontré a alguien, que pueda resistir mis meteduras de pata contínuas, mis peleas con el vocabulario y sobre todo mi mala suerte.

Se hizo el silencio en la sala, y todos mirándonos fijamente a Eva y a mí, dijeron al unísono: “Venga, animemos la velada!!!!!!!!!” .

Así que no se les ocurrió mejor idea, que irnos a bañar al pequeño lago que había cerca de la casa.

“Pero vosotros estáis locos???”, dije yo.

“Que no hombre!!!”, dijo uno de mis amigos, pero no te acuerdas cuando veníamos aquí los fines de semana y nos bañábamos todos???”.

“Si Pedro, si que me acuerdo, pero teníamos 20 AÑOS!!!!”.

“Y qué!!!”, dijo Pedro.

“Venga, todo el mundo al lago!!!!”.

Pues hala al lago, que no quería yo parecer idiota delante de todos y menos a los ojos de Eva, que parecía tener algún interés en mí.

Así que nos fuimos al lago y una vez allí………………..

“Marica el último!!!”, Gritó Andrés.

Y empezaron todos (chicos y chicas) a quitarse la ropa y a meterse en el agua helada del laguito de las narices.

Eva estaba a mi lado quitándose la ropa y yo no pude menos que hacer lo mismo.

Dios!!!! que frío hacía, pero nada, a portase como un hombre y a tirarse al agua.

Me acerqué a la orilla y metí un pié, el cual casi se me cae al rozar aquel gélido líquido.

“Jajajajaja, Javi, así no, tírate de golpe!!!!……..”, dijo Manolo.

Así que sin pensarlo dos veces, retrocedí unos pasos, eché a correr y…………..Me tiré de cabeza al agua.

No debí de calcular bien la profundidad del agua y mi cabeza rebotó con fuerza en el fondo del lago.

Menos mal que estaba blandito debido al fango, pero eso si, me dejó la cabeza color marrón glacé y el pelo lleno de plantas.

Jajajajaja…..rieron todos, mientras yo debía parecer el monstruo de lago que sale siempre en Scooby Doo.

Una vez recuperada la compostura y limpiado el cabello, decidí nadar un poco, para ver si alguna extremidad recuperaba sus funciones con el ejercicio físico.

La verdad es que pasado un rato, no se estaba mal, aunque yo estaba deseando salirme del agua.

Tras un rato, decidimos todos dar por terminado el baño nocturno y refugiarnos en el calor de la chimenea.

Fue muy agradable acercase al fuego que la leña estaba produciendo.

Me senté en uno de los sofás con mi helado cuerpo cubierto por una toalla gigante y Eva se sentó a mi lado.

“Vaya Javi”, dijo ella “Qué bien se está aquí”.

El frío se me quitó de golpe al oír aquellas palabras.

“Si Eva, se está muy bien y más con tu compañía”.

“Caramba!!!!, gracias, qué amable eres”.

Así comenzamos Eva y yo una agradable conversación, que por lo visto y entre risas, iba encaminada a comenzar una buena amistad, o quien sabe si algo más.

Dos horas después seguíamos conversando de nuestras cosas, mientras el resto pareció entender, que nos apetecía estar a solas.

Así, que fueron desapareciendo, con la vieja excusa de que era tarde y que mañana nos esperaba un día repleto de risas y emociones.

Una vez completamente solos, Eva me dijo: “Sabes Javi??”.

“Dime Eva”.

“Me caes muy bien y no me importaría nada poder compartir cama contigo esta noche”.

Glups, pensé y sin poder evitarlo dije:

“Eva, estaría encantado”.

“Por qué no nos vamos a la habitación y allí seguimos conversando??”.

“Claro, esa es una fantástica idea”, dije yo.

Las habitaciones estaban en el piso superior, y hacía allí nos encaminamos, subiendo las escaleras de vieja madera que poseía la casa.

Una vez en la habitación, y aún con la tolla cubriendo mi cuerpo desnudo, Eva me pidió que  le trajera su bolsa de viaje, que aún seguía en el coche.

Yo que estaba que no me lo podía creer, bajé al piso inferior, salí a la calle con el único abrigo de la toalla que llevaba puesta y cogí la bolsa de viaje de Eva.

Al llegar a la puerta de regreso a aquella enorme casa, comprobé que la puerta se había cerrado sola, que allí no había timbre y que no tenía llaves para abrirla.

No timbre, no llaves, no móvil, no nada……………

 Miré hacía la ventana que dada a la habitación donde se encontraba Eva, pero estaba cerrada y por mucho que tiré piedrecitas para ver si Eva me oía, no obtuve resultado, así que después de media hora, cejé en mi empeño y me senté en uno de los bancos de madera que había en el exterior de la casa.

Eva debió pensar que me había arrepentido y decidió echarse a dormir…………..

Pasar la noche a cero grados y con solo una toalla, no es bueno para la salud.

CONTINUARÁ……………..

miércoles, 21 de enero de 2015

Capítulo 42 - El cocinero

Hola Javi, te escribo desde el hospital, por cierto me ha dado recuerdos para ti la enfermera pelirroja, más bien me ha dicho que no vuelvas por aquí, con la que liaste, ja,ja,ja.   Pues eso, que llevo dos días ingresada con una infección en el estómago producida por un empacho de no saben exactamente qué, te cuento:

Resulta que una amiga me presentó a su primo Lorenzo, que es cocinero. El chico estaba triste porque le acababa de dejar la novia y mi querida amiga, pensó en mí como si yo fuera una psicóloga o algo así, o seguramente, para quitárselo de encima antes de reventar, que fue lo que casi me pasa a mí.

Lorenzo y yo nos encontramos en un bar del centro, “en principio”, para tomar un aperitivo a mediodía. Nos presentamos y nos sentamos en una mesita de dos, muy tierno e íntimo y nos pedimos una coca cola cada uno, tipo adolescentes. Lorenzo al principio no decía nada, sólo daba toquecitos en la mesa con los dedos como si estuviera tocando el piano y yo me iba poniendo más nerviosa poco a poco, así que decidí romper el hielo cuanto antes y le dije:

“Bueno eres cocinero ¿no? ¿y cuál es tu especialidad?”

A lo que Lorenzo contestó:

“Tengo varias especialidades, pues soy un cocinero de primera, pero el lenguado Grand Menier, las lentejas con chorizo, la fabada asturiana, la paella valenciana, los espaguetis carbonara, el bacalao al pil-pil, las albóndigas de pescado, los huevos rotos con jamón, el cordero asado, el cocido madrileño,……….”

(siguió y siguió llegándome a mencionar unos 30 platos en total y yo quería morirme porque no había manera de parar al muchacho, ¡quién me mandaría a mí preguntar!).

Sólo la milagrosa aparición del camarero con un aperitivo pudo callar al instruido cocinero que no paraba de mencionar exquisiteces.

Lorenzo miró con ansia el plato con los dos pinchitos de tortilla, se comió uno de ellos y con cara de asco dijo:

“Vámonos de aquí Cata, esta gente no sabe hacer una tortilla, si es que han dejado hasta la patata cruda y están rancia ¡qué horror! Tengo preparadas unas cositas en mi casa, vamos y te invito a comer, te vas a chupar los dedos”

Me dio un poco miedo la propuesta, pues no conocía bien a Lorenzo como para meterme en su casa, pero le vi bastante inofensivo, así que me aventuré a aceptar su invitación y acompañarle.

Cuando llegamos a su casa, la mesa estaba perfectamente puesta, con sus cubiertos, sus copas, la cubitera con el vino dentro, lo cual me sorprendió porque en ningún momento era premeditado comer en casa de Lorenzo, así que para resolver mi curiosidad le pregunté:

“Una preguntita, ¿cómo sabías que iba a aceptar la invitación a comer en tu casa?”

Lorenzo con una media sonrisa me dijo:

“No lo sabía, pero es simple,  yo como todos los días y si tú no hubieras venido sólo habría tenido que retirar un cubierto, je,je”

Yo me ruboricé y sentí que mi pregunta había sido estúpida aunque por otro lado y como buena mujer que se come el coco, pensé: ¿Si no llego aceptar me hubiera dejado en el bar y se hubiera ido…..?

Lorenzo me invitó a sentarme a la mesa y desapareció por un pasillo, supongo con dirección a la cocina.

Pasaron unos 5 minutos de idas y venidas de Lorenzo y al cabo de dicho tiempo, la mesa estaba totalmente repleta de platos: callos con garbanzos, morcilla de arroz, setas empanadas, pimientos rellenos y patatas bravas.

“Uy Lorenzo” le dije, cuanta comida y qué pinta, vamos que hoy me salto la dieta, je,je”
“No es la comida Cata, es el aperitivo”, me contestó.

“¡Ay va Dios!” pensé, ¿pero qué dice este hombre? “Bueno Lorenzo, yo no creo que pueda comer nada más después de todo esto, no estoy acostumbrada, je,je”

“Pues ya lo siento, pero hoy tienes que hacerte un hueco grande en el estómago, pues después del aperitivo hay 3 platos y 2 postres para degustar, no me harás el feo de no hacerlo después de haberme tirado desde las 7 de la mañana cocinando para ti, je,je”

Yo no había probado aún bocado y ya se me estaba poniendo mal cuerpo ¿cocinando para mí…?¿Será falso? ¿y si yo no hubiera venido?

Lorenzo me sirvió el vino y yo decidí probar un bocadito de cada cosa, para superar la dura prueba de comer de todo, pero él con los ojos inyectados en sangre me pedía que comiera más y más, después del copioso aperitivo llegó un caldo de cocido que casi podía cortarse con el cuchillo, a continuación un cocido con de todo, incluyendo, oreja y tocino y no contento con aquello, también tuve que comerme un “solomillo al cabrales”. Mi estómago se iba hinchando por momentos y yo ya no podía más, pero Lorenzo seguía poniéndome comida delante, con esa sonrisa de Aníbal Lecter, porque llegué a pensar que estaba comiendo con el caníbal de la película “El Silencio de los Corderos” y que de un momento a otro me iba a servir los sesos del camarero que nos puso la tortilla rancia en el bar.

Cuando llegó el postre, mi aspecto era denigrante, estaba roja como un tomate, del vino, del cocido y de no sé qué más y me dolía tanto el estómago que me caían lágrimas por la cara, entonces exploté:

“¡¡¡¡Aníbal, digo Lorenzo, no puedo más, llama al 112, me muero!!!!

En ese momento, el muy…..,venía con una frasquita de licor de orujo y me dijo: “¿Un licorcito para hacer la digestión después de la tarta de manzana y las fresas con nata?”

Hasta ahí pude llegar, me levanté cogí la tarta de manzana y se la puse de sombrero, seguidamente, le metí las fresas, una a una en la boca y le adorné la nariz con la nata, diciéndole: ¡Te lo comes tuuuuuuu! Como pude, llegué hasta la puerta, el ascensor, la calle y ahí caí redonda, supongo que los del Samur me trajeron al Hospital.


¡No quiero conocer a nadie más Javi….!

viernes, 16 de enero de 2015

Capítulo 41 - El día de Reyes

Hola Cata.

Me preguntabas qué tal había empezado el año y la verdad es que no sé que decirte, así que juzga por ti misma.

El día 5 de Enero, sobre las 17 horas, sonó el teléfono y al cogerlo…………

“Hola tito Javi”

“Hola Juanito, chaval!!!, qué te cuentas?”.

“Nada, que me ha dicho mamá, que como tienes esa cabeza, que te llamase para que no se te olvidara que me ibas a llevar a la Cabalgata de Reyes”.

“Jajajaja, Juanito, qué cosas tiene tu madre, pero cómo se me iba a olvidar?”.

La verdad es, que se me había olvidado por completo y encima estaba mintiendo vilmente a mi sobrinillo.

“Bueno Juanito, te pasaré a buscar sobre las 8 de la tarde”.

“Pero tito, si la cabalgata es a las 7 de la tarde!!!!.

“Jajajaja, ya lo sabía (mentira), era para ver si estabas atento.”.

“Bueno que te recojo a la 6, vale?”.

“Vale tito. Un beso”.

Después de colgar el teléfono, me puse a buscar en Google dónde narices había una cabalgata, menos mal que encontré una cerca de donde vive el chaval.

A las 18 horas recogí a Juanito y nos fuimos caminando hacia una de las calles por donde pasaban los Reyes Magos.

Era una calle ancha y había mucho sitio para ver pasar las carrozas y además no había apenas gente, así que estábamos en primera fila.

Las 6 y media y seguíamos prácticamente solos, lo cual me alegraba sobremanera, pues no me gustan las aglomeraciones.

6:45 y seguíamos solos.

“Oye tito”, dijo Juanito, “Y cuando pasarán las carrozas?”.

“Pues en poco tiempo, deben estar casi llegando.”

La verdad es que parecía un poco extraño, que casi a punto de pasar la caravana multicolor, hubiese tan poca gente, pero la verdad es que hacía frío y seguro que la gente lo estaba viendo por televisión.

7 de la tarde y por allí no pasaba nadie…………..

La verdad es que a lo lejos se oía un gran griterío, pero por aquí, nada.

7:15 y empecé a mosquearme. Miré de nuevo el trayecto en Google a través de mi teléfono móvil, cuando para mi sorpresa…………………..HABÍAN CAMBIADO LA RUTA!!!!!!!!.

Menos mal que la variación estaba cerca.

“ Juanito!!!!!, vamos!!!!..............que los Reyes Magos pasan por la calle de al lado y no por aquí!!!”.

Cogí a Juanito en volandas y empecé a correr hasta un par de calles más abajo.

La calle estaba llena de niños gritando al paso de las carrozas, mientras desde éstas, los pajes lanzaban caramelos y otras chucherías.

Estábamos por lo menos en la décima fila y hasta allí, no llegaban ni caramelos, ni nada y mucho menos se podía ver  la dichosa cabalgata.

Volví a coger a Juanito en brazos (joer como pesaba el crío) y empecé a colarme entre el gentío, pidiendo disculpas e implorando poder llegar un poco más cerca, para que el niño pudiese ver algo.

Menos mal que la gente era amable y aunque me miraban mal, me dejaron acercarme lo suficiente, como para que Juanito pudiera ver algo.

Mi camino terminó, justo detrás de una señora que iba con cinco niños y que al pedirle paso, me respondió, que hubiese venido antes.

Así que no me quedó más remedio, que quedarme allí y con Juanito sobre los hombros.

No sé lo que pesaría Juanito, pero la sensación para mis hombros, era como la de aguantar 100 kilos y encima el niño no se estaba quieto.

“Juanito, para un poco!!!”.

“Es que no cojo los caramelos que lanzan tito”.

“No importa, luego te compro una bolsa para ti solo”.

“Ya, pero es que estos molan más”.

Mientras Juanito destrozaba mis hombros me percaté, que justo al lado mío, había una mujer de unos 45 años, que estaba admirando el paso de los carruajes, junto a una niña pequeña.

“Hola”, dije dirigiéndome a la mujer, “Menuda cabalgata eh!!!”.

“Si, está muy bien”, dio ella.

“Vienes todos los años con tu hija???”.

“Jajajaja, si, suelo venir todos los años, pero no es mi hija, es mi sobrina”.

“Anda pues mira, entonces como yo, qué casualidad”

Los hombros ya no me aguantaban más, así que bajé a Juanito y le dije que cogiera caramelos de los que había en el suelo y que cuando llegase la carroza de los Reyes Magos, le volvería a subir para que los viese.

Juanito estaba encantado y se puso a coger caramelos, con la sobrina de aquella mujer.

“Perdona, no me he presentado, me llamo Javi”.

“Hola Javi, me llamo Isabel”.

“Un placer conocerte Isabel”.

“Lo mismo digo Javi”.

Comenzamos a hablar de esto y aquello y para mi esa situación empezó a resultar interesante, pues la voz de Isabel era realmente encantadora y su sonrisa muy agradable.

Conversamos yo no sé durante cuanto tiempo, hasta que desde una de las carrozas anunciaron: “Y A CONTINUACIÓN, LAS CARROZAS DE LOS REYES MAGOS DE ORIENTE!!!!!”.

“Perdona Isabel, ahora seguimos, que voy a coger al niño, para que pueda verlo”.

“JuANITOOOOOO!!!!!!!!!!

No, Juanito no estaba donde le dejé.

Pero dónde se habrá metido este crío!!!!

“Has perdido a tu sobrino?”.

“No que va, seguro que está metido en esa maraña de piernas cogiendo caramelos.

“JUANIIIIIIIIIIIIIIITO!!!!”.

Juanito ni contestaba, ni se hacía ver y yo me estaba poniendo de los nervios.

La madre que lo parió, pero dónde se habrá metido????.

Me agaché, para ver si estando a su altura, podía verlo, pero nada, así que me puse a caminar de rodillas entre el gentío, para encontrar al dichoso niño.

Según caminaba, iba pegando voces a ver si me oía……….CHENCHO, digo JUANIIIIIIIIIITO!!!.

La gente al verme pasar a la altura de sus rodillas, tuvo varias reacciones:

Una señora me sacudió con el bastón, mientras me llamaba depravado.

Un señor me pisó una mano y en vez de pedirme disculpas, me dijo que delante de él no se colaba nadie.

Una niña empezó a llorar, mientras gritaba a su madre, que ahí abajo había un señor mirándole las bragas.

La madre sin más miramientos me sacudió un rodillazo y yo al caer, intenté sujetarme a algo, con tan mala suerte, que lo hice en el hábito una monja que esta cerca. El hábito dejó al descubierto un hermoso liguero…..

La monja empezó a gritar y todo el que estaba a su alrededor también, hasta que llegó un policía municipal, que me vio tirado en el suelo. Mientras el gentío me señalaba y gritaba, el policía llamó a los del SAMUR, pensando que me había dado un "`patatus".

El equipo del SAMUR, que estaba muy cerca de allí, llegó en dos segundos y se puso manos a la obra. La más gorda de las sanitarias empezó a hacerme el boca a boca y a masajearme el pecho como si quisiera sacar petróleo. Otro de los enfermeros sacó el desfibrilador y apartando a la gorda, me sacudió dos descargas  de 400 voltios, lo cual, en vez de reanimarme, me dejó para el arrastre.

Yo quería huir de allí, así que cómo pude me zafé de los sanitarios, agarrándome al cinturón del policía municipal, con tan mala fortuna (y ya van muchas), que la pistola del policía calló al suelo, se disparó y le pegó un tiro a un camello en una de sus patas. El camello cayó……….el paje que iba encima (descanse en paz) también y la carroza de Gaspar que iba justo detrás, arrolló a ambos.

La gente empezó a huir despavorida ante la dantesca imagen, mientras Gaspar caía por uno de los lados de su brillante carroza.

Y allí, tumbado en el suelo, ví por fin a Juanito, que se había colado hasta la primera fila de aquel gentío.

El pánico hacía correr a la gente de un lado para otro, lo cual aproveché para coger a Juanito y desaparecer de allí.

Y ahora Cata, puedes volver a preguntarme, cómo empezó el año para mí?.



miércoles, 14 de enero de 2015

Capítulo 40 - Mira quién baila....


Hola Javi ¿cómo has empezado el año…? Yo muy movidito, te cuento.

Con la pena por el fracaso con mi francesito, de repente me animé cuando recibí un mensaje de Luis:

“Hola Cata, me interesa tu perfil, ¿podemos conocernos?”

Me sorprendió un poco que le interesara algo de mi perfil, pues después de la aventura por el último cambio, decidí borrar todo y dejar únicamente los datos obligatorios y la foto (muy de lejos que ni se me ve), así que como no le gustara mi lugar de nacimiento….

En fin, me aventuré a contestarle:

“Hola Luis, me parece bien, tú me dirás dónde nos vemos”
(lo que hace la experiencia, ya sin rodeos…)

Pero él fue aún más escueto y así me contestó:

“Bar “Marchita buena” Calle Salsa, 3, sábado a las 20 horas, vente cómoda, un saludo”
¿Vente cómoda? Uyyyy,  pensé, ni que fuéramos a hacer un triatlón, a ver este nuevo rarito, de qué va….

Llegó el sábado y allí me presenté, arregladita, pintadita, eso sí, con botines casi planos sin tacón.

Nada más llegar pude ver en la puerta, a quien yo pensé que era el guarda de seguridad, un tío de más o menos 1,90 de altura, que se parecía al hombre de piedra de los 4 fantásticos, ¡vaya pedazo de brazos, de piernas y de cuerpo!. De la mandíbula ni hablar, parecía que masticaba chicle dos horas seguidas diarias, con la fortaleza que aparentaba aquello, vamos de los que te pega un bocado y no suelta, porque no puede, como los pitbull.

“Buenas noches”, dije, “¿Qué cuesta la entrada?”
“Hola Cata, no soy el portero, soy Luis”

En ese momento quise morir, desaparecer o fundamentalmente, no ser Cata.
No me dio tiempo, me cogió por la cintura, me apretó contra él y me plantó dos besos que creí perder las mejillas. Cuando conseguí separarme, pensé que me había roto dos o tres costillas ¡madre mía, qué manera de apretar, qué miedooooo!

Una vez recuperada del tremendo achuchón, nos metimos en el pub. Aquello estaba muy oscuro, la música “salsa” y un montón de parejas bailando espectacularmente bien, parecía la película de Dirty Dancing, pero ni yo era Baby ni mucho menos Luis era Johnny, así que preferí  bajar de la nube.

Luis me dejó en la barra y sin decir palabra, empezó a moverse por la sala, como pez en el agua, sacando a bailar a unas y a otras y haciendo unos bailes y unas piruetas de escándalo. Yo no podía dar crédito, ni tampoco explicarme qué pintaba yo en esta historia o qué le había indicado de mi perfil que a mí gustara conocer a un tío para que me meta en un pub, me deje en la barra y se ponga a bailar con todas las pedazo salseras del local. Yo a eso le llamo masoquismo, no hay otra.

Bueno, por fin, llegó mi gran momento, mi estreno como bailarina, en la vida había bailado ni en la discoteca del pueblo, pues era incapaz de coordinar un pie con el otro, con o sin ritmo, pero este muchacho, no sé qué extraño lío se debió de hacer en su gran cabeza que de repente apareció con unos zapatos de un tacón de unos 20 cm. en la mano y me dijo:

“Preciosa, te toca, pero ponte estos zapatos de princesa, no me bailes con esos botines horribles”

A pesar de mis protestas y forcejeos, inútiles, con su gran sonrisa y por cierto, con una mella en todo el medio de la dentadura, me sentó en un sillón, me quitó las botas, me plantó los zapatos y me puso en pie. A partir de ahí, ya no sé ni lo que me aconteció, mi cuerpo pasó a ser el de una muñeca de trapo, zarandeada por un monstruo que me movía para adelante, para detrás, para arriba, para abajo, creo que volé y no sé si también me zarandearon el resto de bailarines que había en la sala, pues llegué a tener tal mareo que sólo veía caras sonrientes y el músculo venoso de un brazo enorme, el de Luis.

Fueron sólo unos 3 ó 4 minutos, pero creo que los peores de mi vida.

Cuando acabó la pesadilla, me vi tirada en el suelo en medio de la pista, me dolían hasta los pendientes, los taconazos de los zapatos se habían perdido por el camino, con lo que parecía que llevaba zuecos, mi peinado era un cuadro, parecía la niña del exorcista. Fue una experiencia horrible, humillante y muy divertida para el resto de bailarines que no paraban de reír señalándome.

De repente, Luis se me acercó y sin ni siquiera ayudarme a levantarme me dijo: “Nena, soy profesor de baile ¿te interesarían unas clasecitas? Te hacen mucha falta”

Mi tono de cara cambió, me puse roja y me salieron cuernos, sí, como al demonio, hasta se me quitaron los dolores, me levanté como un resorte y le dije:

“Chico, lo tuyo no tiene nombre, no sólo tienes poco vocabulario y un cuerpo que no es normal, encima porque tú quieres, sino que te permites el lujo de obligar a personas inocentes a bailar y destrozarse su cuerpo contra el tuyo, aunque no les guste, a ponerse unos zapatos de bruja, encima usados de otra, que me ha pegao todo el sudor y el olor a pies. ¿todo por conseguir una puñetera clase de baile? ¿es para pagarte el dentista y ponerte un diente en esa mella que tienes? ¿Y por qué no pones en tu perfil? “Hola quiero conocerte para torturarte y hacerte desear que yo me mueraaaaaa” Porque eso es lo que yo siento ahora mismo. Adiós Luis, por un anuncio como Dios manda y ya se apuntará quien le de la gana a aprender a bailar, no quién tú quieras ¿vale? Que te pareces a los maniacos de las películas de los domingos por la tarde. ¿Cuál es tu trauma de la infancia, ehhhhh……?????”

Dicho esto y ante el estupor de Luis y del resto del personal, me di media vuelta y me fui, con los zapatos salseros sin tacón y mis botines en la mano, andando como el chiquito de la calzada, no me daba el cuerpo para más.


Desde entonces, mi vida ya no es la misma.