Hola
Javi, te escribo desde el hospital, por cierto me ha dado recuerdos para ti la
enfermera pelirroja, más bien me ha dicho que no vuelvas por aquí, con la que
liaste, ja,ja,ja. Pues eso, que llevo
dos días ingresada con una infección en el estómago producida por un empacho de
no saben exactamente qué, te cuento:
Resulta
que una amiga me presentó a su primo Lorenzo, que es cocinero. El chico estaba
triste porque le acababa de dejar la novia y mi querida amiga, pensó en mí como
si yo fuera una psicóloga o algo así, o seguramente, para quitárselo de encima
antes de reventar, que fue lo que casi me pasa a mí.
Lorenzo
y yo nos encontramos en un bar del centro, “en principio”, para tomar un
aperitivo a mediodía. Nos presentamos y nos sentamos en una mesita de dos, muy
tierno e íntimo y nos pedimos una coca cola cada uno, tipo adolescentes.
Lorenzo al principio no decía nada, sólo daba toquecitos en la mesa con los
dedos como si estuviera tocando el piano y yo me iba poniendo más nerviosa poco
a poco, así que decidí romper el hielo cuanto antes y le dije:
“Bueno
eres cocinero ¿no? ¿y cuál es tu especialidad?”
A
lo que Lorenzo contestó:
“Tengo
varias especialidades, pues soy un cocinero de primera, pero el lenguado Grand
Menier, las lentejas con chorizo, la fabada asturiana, la paella valenciana,
los espaguetis carbonara, el bacalao al pil-pil, las albóndigas de pescado, los
huevos rotos con jamón, el cordero asado, el cocido madrileño,……….”
(siguió
y siguió llegándome a mencionar unos 30 platos en total y yo quería morirme
porque no había manera de parar al muchacho, ¡quién me mandaría a mí preguntar!).
Sólo
la milagrosa aparición del camarero con un aperitivo pudo callar al instruido
cocinero que no paraba de mencionar exquisiteces.
Lorenzo
miró con ansia el plato con los dos pinchitos de tortilla, se comió uno de
ellos y con cara de asco dijo:
“Vámonos
de aquí Cata, esta gente no sabe hacer una tortilla, si es que han dejado hasta
la patata cruda y están rancia ¡qué horror! Tengo preparadas unas cositas en mi
casa, vamos y te invito a comer, te vas a chupar los dedos”
Me
dio un poco miedo la propuesta, pues no conocía bien a Lorenzo como para
meterme en su casa, pero le vi bastante inofensivo, así que me aventuré a
aceptar su invitación y acompañarle.
Cuando
llegamos a su casa, la mesa estaba perfectamente puesta, con sus cubiertos, sus
copas, la cubitera con el vino dentro, lo cual me sorprendió porque en ningún
momento era premeditado comer en casa de Lorenzo, así que para resolver mi
curiosidad le pregunté:
“Una
preguntita, ¿cómo sabías que iba a aceptar la invitación a comer en tu casa?”
Lorenzo
con una media sonrisa me dijo:
“No
lo sabía, pero es simple, yo como todos
los días y si tú no hubieras venido sólo habría tenido que retirar un cubierto,
je,je”
Yo
me ruboricé y sentí que mi pregunta había sido estúpida aunque por otro lado y
como buena mujer que se come el coco, pensé: ¿Si no llego aceptar me hubiera
dejado en el bar y se hubiera ido…..?
Lorenzo
me invitó a sentarme a la mesa y desapareció por un pasillo, supongo con
dirección a la cocina.
Pasaron
unos 5 minutos de idas y venidas de Lorenzo y al cabo de dicho tiempo, la mesa
estaba totalmente repleta de platos: callos con garbanzos, morcilla de arroz,
setas empanadas, pimientos rellenos y patatas bravas.
“Uy
Lorenzo” le dije, cuanta comida y qué pinta, vamos que hoy me salto la dieta,
je,je”
“No
es la comida Cata, es el aperitivo”, me contestó.
“¡Ay
va Dios!” pensé, ¿pero qué dice este hombre? “Bueno Lorenzo, yo no creo que
pueda comer nada más después de todo esto, no estoy acostumbrada, je,je”
“Pues
ya lo siento, pero hoy tienes que hacerte un hueco grande en el estómago, pues
después del aperitivo hay 3 platos y 2 postres para degustar, no me harás el
feo de no hacerlo después de haberme tirado desde las 7 de la mañana cocinando
para ti, je,je”
Yo
no había probado aún bocado y ya se me estaba poniendo mal cuerpo ¿cocinando
para mí…?¿Será falso? ¿y si yo no hubiera venido?
Lorenzo
me sirvió el vino y yo decidí probar un bocadito de cada cosa, para superar la
dura prueba de comer de todo, pero él con los ojos inyectados en sangre me
pedía que comiera más y más, después del copioso aperitivo llegó un caldo de
cocido que casi podía cortarse con el cuchillo, a continuación un cocido con de
todo, incluyendo, oreja y tocino y no contento con aquello, también tuve que
comerme un “solomillo al cabrales”. Mi estómago se iba hinchando por momentos y
yo ya no podía más, pero Lorenzo seguía poniéndome comida delante, con esa
sonrisa de Aníbal Lecter, porque llegué a pensar que estaba comiendo con el
caníbal de la película “El Silencio de los Corderos” y que de un momento a otro
me iba a servir los sesos del camarero que nos puso la tortilla rancia en el
bar.
Cuando
llegó el postre, mi aspecto era denigrante, estaba roja como un tomate, del
vino, del cocido y de no sé qué más y me dolía tanto el estómago que me caían
lágrimas por la cara, entonces exploté:
“¡¡¡¡Aníbal,
digo Lorenzo, no puedo más, llama al 112, me muero!!!!
En
ese momento, el muy…..,venía con una frasquita de licor de orujo y me dijo:
“¿Un licorcito para hacer la digestión después de la tarta de manzana y las
fresas con nata?”
Hasta ahí
pude llegar, me levanté cogí la tarta de manzana y se la puse de sombrero,
seguidamente, le metí las fresas, una a una en la boca y le adorné la nariz con
la nata, diciéndole: ¡Te lo comes tuuuuuuu! Como pude, llegué hasta la puerta,
el ascensor, la calle y ahí caí redonda, supongo que los del Samur me trajeron
al Hospital.
¡No quiero
conocer a nadie más Javi….!
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