jueves, 26 de febrero de 2015

Capítulo 52 - Antes de Eva


Antes de encontrar a Eva, me sucedieron cosas curiosas en mi búsqueda de pareja, que aún no he contado y que creo no puedo dejar de contar.
En cierta ocasión, una buena amiga me dijo que en España se había puesto de moda una forma de encontrar pareja y que llevaba años poniéndose en práctica en Estados Unidos.
Si, es esa cosa en donde hay una mesa muy larga, en la que hay diez chicas sentadas y los hombres tienen 5 minutos para entablar una conversación con ellas, de una en una claro y ver de esa manera si existe “feeling” entre ellos.
Yo en principio no estaba muy convencido con esta propuesta, pero como siempre me digo, por probar no se pierde nada.
El lugar era algo cutre, no tenía buena decoración, era una sala rectangular muy sosa, y en su centro había una mesa con diez sillas a un lado y diez sillas al otro.
Diez chicas se encontraban ya sentadas en un lado de aquella mesa cuando yo llegué, y de pie, estábamos diez chicos, esperando a que se diera la señal de salida.
Yo como llegue un poco tarde me perdí las instrucciones de cómo se debía gestionar todo aquello y de manera apresurada me dijeron que tenía 5 minutos para darme a conocer a la persona que me tocara enfrente y que después de 5 minutos, sonaría una campana, que anunciaría que el tiempo con aquella persona había terminado y que debía pasar a la siguiente silla, en donde en frente, encontraría a una nueva mujer.
Bueno, yo creí que con aquellas escuetas instrucciones, todo iría bien.
Los hombre nos fuimos sentando por orden de llegada y por eso, yo me senté en la silla número 10.
Sonó la campana “Tilín, tilín, tilín” y yo me encontré delante de una chica, a la que llamaremos “Cara de Luna”.
Aquella muchacha tenía la cara como una hogaza de pan, con unos colores en las mejillas (naturales supongo), que parecían sacados de la cara de la mismísima “Heidi”.
“Hola”, dijo ella con voz tímida.
“Hola”, dije yo.
Silencio……….
“Me llamo Javi”, dije para terminar aquel incómodo silencio.
“Y yo Esther”, dijo ella.
Como no se decidía a hablar, comencé mi exposición.
“Pues mira Esther, estoy buscando pareja y alguien me dijo que viniera aquí.
Me gusta leer, escuchar música, montar en bicicleta, pasear, escribir, ir al cine, sobre todo ir al cine, es que me encanta el cine, voy todas las semanas, cuando hay estreno claro, porque para ver alguna peli ya repetida, mejor la veo en casa, que tengo una colección bastante grande de……….”
“Tilín, tilín, tilín”, sonó aquella campana, que indicaba que yo había de pasar a la siguiente silla.

Silla número 9…………a esta mujer la llamaremos……..por su nombre: Ana.
Ana era de mediana edad, perdón, quise decir de la Edad Media, porque debía tener unos 700 años más o menos y eso siendo benévolo.
Aquí la que habló fue ella.
“Hola me llamo Ana”.
“Bolena?”, dije yo.
“Qué?”
“No nada, que qué tal estás Ana?”.
“Pues solo tienes que mirarme, para darte cuenta que soy un bombón”.
-Si, el primero que hizo Suchar-, pensé.
“Si, Ana claro, eso se ve a la legua”. Dije
-Porque como uno se acerque…..- Pensé-.
“Y que te cuentas?”, dijo Ana.
“Poca cosa Ana. Me gusta leer, escuchar música, montar en bicicleta, pasear, escribir, ir al cine, sobre todo ir al cine, es que me encanta el cine, voy todas las semanas, cuando hay estreno, claro, porque para ver alguna peli ya repetida, mejor la veo en casa, que tengo una colección bastante grande de……….”. –Pero dónde está el Tilín, tilín?????-
“…..películas, sobre todo viejas, digo antiguas, digo clásicas….” –uffffff-
-Pero es que se ha roto la campanita de las narices????-
“En fin, pues eso y a ti que te gusta Ana?”
“Hacer punto, me encanta hacer punto de cruz y desnuda mientras mi amante me observa”.
-Borrar esa imagen de mi mente, me costó tres meses y dos psiquiatras-
-Tilín, tilín, tilín-

Silla número 8. A esta mujer la llamaremos, bueno no, a esta no la llamará nadie, porque olía a queso de cabrales, pero podrido de verdad.
Yo no sé como se puede oler tan mal.
Aunque no se hubiese duchado en su vida, o se hubiese revolcado por el fango durante años o se hubiese echado estiércol por encima, sería imposible oler así de mal.
Me pasé los cinco minutos con la nariz tapada e intentando reprimir las arcadas.
Cómo olería de mal, que en un momento dado se tiró un pero y yo pensé: -Menos mal, un poco de aire fresco!!!-
Ella no decía nada, solo enseñaba sus dientes negros y podridos y yo, sin poder evitarlo le dije: “Perdóname, me voy a levantar de la silla, es que he tomado algo que no ha debido sentarme nada bien, así que voy al baño”.

Silla número 7. A esta la llamaremos, Elisabete…..a tomar viento fresco.
Según me senté ella dijo: “Hola, me llamo Elisabete, soy francesa, y quiero saber si te casarías conmigo, si tendríamos hijos y si al primero te gustaría llamarle Alberto. Eso si, yo solo me caso por la Iglesia y claro, tú debes ser católico, porque si no eres católico, no tienes nada que hacer. Además y para demostrar tu amor, debes ir a un programa de televisión y decir a toda España que me amas………..”.
“Tilín, tilín, tilín”, - Salvado por la campana-

Silla número 6. A esta la llamaremos, y tú que haces aquí?.
Ella vestía con estilo, iba bien maquillada y tenía un cuerpo de escándalo, pero cuando empezó a hablar……………….yo quise morirme.
Tenía la voz  profunda, como la de Barry White, o para entendernos, como la de un camionero fumador empedernido.
A mi solo se me ocurrió preguntarle: “Tu eres un hombre verdad?”.
A lo que ella dijo: “Y en qué lo has notado?”.

Silla número 5. A esta la llamaremos Ariel.
Si, porque tenía la voz jabonosa.
Hablaba como en pompas y no había manera humana de entenderla.

Silla número 4. A esta la llamaremos, la rockera.
Habéis visto los Simpson? Y os acordáis de cómo habla el conductor del autobús del colegio?.
Pues eso mismo………..
“Jolaaaaa colega, cómo te va?”, dijo ella.
“Bien, gracias y a ti?”, pregunté yo.
“Pos da buten tronko. Quieres un poco dalpiste?”.
“Gracias, pero no, acabo de cenar”
“Y qué es lo que te mola a ti colega?”, dijo ella, “Porque a mi lo que me mola es la caña de España y losssss conciertos de Rockssss duuuroooo”.
“Por cierto”, añadió ella, “Tengo chocolate del moro, buena mierda, a quini el tiro”.
“Ah, gracias”, dije yo, “Pero es que no como dulces después de las doce”.
“Tilín, tilín, tilín”.

Silla número 3. A esta la llamaremos, si no explotas nos vemos luego.
Esta chica estaba tan embutida en sus mallas, que se le debían estar explotando las espinillas (granos) hacía dentro del cuerpo y me explico.
La chica era un bombón y además demasiado joven para mi, pero llevaba unas mallas en las piernas y una camisa tan ajustada por la parte de arriba, que yo no hacía más que mirarle el canalillo, pero no por gusto, si por ver en qué momento el botón que sujetaba aquellos enormes pechos, salía lanzado hacía mi cara.
Me pasé los cinco minutos temiendo por mi vida o cuando menos, por uno de mis ojos.
Hubo suerte y cuando sonó aquella campana, el botón salió disparado hacía el siguiente pretendiente. Éste perdió un ojo por el botón (estaba claro) y el otro por un pezón (esto ya fue una sorpresa).


Silla número 2. A esta la llamaremos, Clara.
Clara era una chica sencilla, normal, natural, pero un poco…………….
“Hola me llamo Javi”.
“Y yo Clara. Tienes alguna enfermedad?”.
“Pues no, solo algún catarro de vez en cuando”.
Clara buscó en su bolso y se puso una mascarilla.
“Perdona Clara, ahora no estoy acatarrado”.
“Si, ya claro”, dijo ella “Pero por si acaso”.
“Y a ti que te gusta Clara?”
“Me gusta el paracetamol, el Ibuprofeno, el Vicks Vaprub, la aspirina. Tomo mucha aspirina, ah y también Frenadol”.
“Muy bien Clara, muy bien”.
“Tilín, tilín, tilín”.

Silla número 1. La última.

La silla estaba vacía. No había chica, debe ser que era la única normal y alguien se la había llevado.

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