Resulta que Pedro, mi
Travolta, me invitó a pasar un fin de semana en la casa del pueblo de sus
padres, según me dijo, un sitio muy tranquilo donde poder disfrutar de nuestro
amor, yo babeando a sus encantos, no pude resistirme y le dije que sí.
Así que allí que nos fuimos el
sábado por la mañana, aquello no era tranquilo, estaba muerto, que no es lo
mismo, era un pueblo totalmente abandonado donde sólo habitaban los zorros, los
lobos y la Mariana, la única persona del pueblo y que todavía no sé si es real
o un espíritu, porque Pedro me habló de ella, pero sólo conseguí verla a duras
penas, corriendo la cortina de su ventana y puedo prometer y prometo que me
dieron escalofríos.
Eso sí, había mucha
naturaleza, tardamos más de 10 minutos en recorrer andando 20 metros del coche
a la entrada de la casa, aquello parecía la selva virgen, con tanta hierba,
cardo y de todo, si llego a saberlo me llevo una guadaña, de hecho, cuando
llegamos a la entrada de la casa, los dos que íbamos con chándal de algodón,
llevábamos las piernas llenas de las bolitas esas pequeñas y peludas que se
pegaban en todos los sitios y no te digo nada si era en el pelo, les llamábamos
“arrancamoños o a veces rascamoños”.
Después de la gran aventura
amazónica, llego la siguiente, las más friky, mi querido Pedro no tenía llaves
de la casa, pensó que sí, pero no, ni en los bolsillos ni en la funda del
móvil, ni dentro del calzoncillo, ni en el tupé…., nada, no estaban, pero para
Pedro no hay barreras, sin decir ni “esta boca es mía” cogió una piedra y
rompió el cristal de la primera ventana que pilló, metió la mano, abrió la
ventana y ¡ala, tooooossss pa dentro! Como en las películas policiacas. Eso sí,
él muy caballeroso, entró primero para tantear el terreno y la distancia de la
ventana al suelo, oí un golpe y pude imaginar que ya se la había pegado, pero
él salió sonriente, eso sí con el tupé aplastado y de lado y me ofreció su mano,
o lo que quedaba de ella, para ayudarme a entrar, antes de que terminara de
decirme “¡no saltes, hay una silla de canto debajo!” yo ya me había dejado mis
partes en el respaldo de la silla, donde me quedé montada tipo caballo de
película del oeste. Pasado el disgusto de la accidentada y complicada entrada a
la casa de mis “suegris”, siguió la gran aventura y antes de ir al coche a por
las bolsas de viaje, decidimos dar una vuelta por la casa para hacer una
revisión general de su estado, utensilios y demás para acomodarnos. Hacía un
frío de mil demonios, debíamos estar a un grado y esto a las 12 del mediodía,
así que como no vi radiadores ni nada parecido a un aparato que emitiera calor,
hice con miedo la pregunta del millón:
“Pedrito guapo aquí tenéis
calefacción ¿verdad?”
“No tengo ni idea Cata, hace
al menos 20 años que no vengo a esta casa, aunque creo recordar que la última
vez que estuve estaba calentita, pero no sé si es que era verano, je,je, pero
no te preocupes, ya encontraremos algo para calentar el baño porque en la
camita ya te caliento yo, je,je”.
Creo que enseguida se me debió
notar la cara de póker, pues intuí que Pedro pretendía que yo metiera mi cuerpo
en una cama congelada y encima en pelotillas, además recordé que él había
estado en los Scouts de pequeño donde había pasado todo tipo de vicisitudes,
incluso dormido a la intemperie y que había vivido unos años en Noruega con su
familia, con lo cual, el frío suyo, evidentemente no era el mismo que el mío,
pues yo me he criado en un pueblo del Sur, muy al Sur, donde la temperatura
mínima no baja de 15/18 grados en invierno.
Preferí no pensar en ello y me
quedé con la esperanza de encontrar una gran estufa para calentar aquella casa,
o más bien casona, pues tardamos un buen rato en recorrerla y conté exactamente
6 habitaciones, todo ello en tres plantas a las que se accedía por escalera de
caracol de esas de madera con hueco entre escalón y escalón para que se te meta
el zapato en medio y te pegues la gran leche, suceso que yo estuve a punto de
experimentar en varias ocasiones, si no llega a ser por el apoyo de mi querido
Pedro, que no hacía más que repetirme “No te me caigas, que aquí no hay
hospitales y me jorobas el finde”, ¡qué majo y atento el muchacho!
Bueno, al final decidimos ir a
por las bolsas de viaje y llegamos a la puerta de la casa para salir como las
personas normales, exactamente al contrario de como habíamos entrado. Resulta
que la maldita puerta tenía algo así como 4 cerraduras y un candado de los
tochos.
“¡Vaya!” Dijo Pedro “¡Creo que
va a ser imposible abrir esto y aquí tampoco hay llaves, je,je, así que
tendremos que entrar y salir por la ventana, total, son dos días”.
Yo ya me estaba acordando de
los papás de Pedro aunque no les conocía, pero es que me acordaba de toda su
familia y hasta de sus antepasados, por la aventurita que estábamos teniendo
con la “casita del Amazonas” que fue como yo la bauticé.
Una vez más le echamos valor y
salimos como los delincuentes, por la ventana, nosotros sin prisa, claro está,
es la ventaja de que la casa fuera de Pedro. Volvimos a cruzar la selva virgen,
acumulando más “arrancamoños o rascamoños” esta vez también en los jerseys, con
lo que ya nos íbamos pareciendo más a Bob Esponja y sus colegas y cogimos las
bolsas del coche. A la vuelta ya íbamos todos a juego, con el equipaje, todo
lleno de bolitas peludas, un primor.
Volvimos a entrar por la
ventana, esta vez me acorde de la silla y no salté, pero al ir a apoyar un pie
en la misma, Pedro la había quitado, con toda su buena intención, o no, ya ni
sé, y claro me salió tal zancada de atleta que si no llega a ser porque estaba
él esperándome abajo, atravieso la puerta del comedor, afortunadamente, sólo me
choqué contra sus pectorales.
Una vez instalados, fuimos a
la nevera para ver que había, pues Pedro me dijo que sus papás habían estado el
finde pasado y habían tenido el detalle de dejarla llena de comida para cuando
llegáramos, por tanto, nosotros no habíamos llevado más que el pan.
Si, si, llena de comida,
cuando abrimos aquel refrigerador, por ponerle un nombre, que por cierto nos
costó cinco minutos y a mí un coscorrón en la cabeza, pues la puerta estaba tan
pegada que al ir Pedro a abrirla, se fue para atrás y yo, la mosca cojonera,
como no, me llevé toda la embestida y me pegué contra la pared de detrás, el
aparato sólo tenía estalactitas colgando y lloraba de pena de lo vacío que
estaba, miento, había dos huevos y una cebolla con un clavo en el medio,
supongo que para espantar a las moscas o yo que sé a quién leches que se
pudiera meter en ese triste guarda comidas.
Pedro me sonrió y dijo: “Uy,
pues debe haber estado mi hermana antes que nosotros, claro, debió de oír a mi
madre decirme, lo de los entrecotes, los patés, los quesos y la ensalada
campera”
“Lo mismo se lo ha comido la
Mariana” comenté yo sonriendo y con los puños cerrados, por no estampar a Pedro
o dejarle metido en la nevera y pirarme.
“Ay Cata, qué cosas tienes.
Mira no importa tengo unos amiguetes en un pueblo a 5 km. de aquí y seguro que
nos pueden traer algo”.
“Vale Pedro y si tienen una
estufa, guays, pero vamos si tienen una habitación en su casa calentita de sobra y nos pueden
dar cobijo, ya sería la pera, 5 Km. nos los hacemos en un pis pas”
“Les voy a llamar a ver qué
dicen” Pedro se marchó a la calle a buscar cobertura para poder llamar, ya que
dentro de la casa, no había ni eso.
Yo mientras, me puse a echar
un vistazo por la ventana de la cocina a ver qué veía por ahí y me encontré de
frente con la fachada de una casa y una ventana con una cortina que en ese
momento se movía. Me pareció ver a José Mota, haciendo “la vieja el visillo” o
a la misma “vieja el visillo” mirándome y corriendo de nuevo otra vez la
cortina a gran velocidad. Me imaginé que sería la Mariana, en ese momento entró
Pedro a la casa:
“Ya está, Cata, en media
horita les tenemos aquí y nos traen provisiones, eso sí, dicen que comen con
nosotros”
“Bueno, no importa, Pedro,
esto es demasiada soledad, no nos vendrá mal socializar un poco, por cierto,
acabo de ver a la Mariana asomada en la ventana”
“Uy, te habrás confundido
Cata, me acaba de decir Sebas, que era su nieto, que la pobre mujer falleció
hace un mes, de la edad, ya sabes, eran ya 102 años”.
A partir de ahí empezaron a
temblarme las piernas, los brazos y hasta me dieron tics nerviosos, pues yo
tenía muy claro haber visto a esa mujer.
“¿Estás seguro Pedro, pero la
han enterrado y todo eso? A ver si es que no estaba muerta”
“Cata que la han incinerado,
tienen las cenizas en su casa, aquí es costumbre de eso”
“Pedro, me quiero ir, no estoy
a gusto aquí, tengo miedo”
“Cata hija, algunas veces se
te nota ya que eres talludita ¿eh? Me
recuerdas a mi vieja porque te pones muy pesada”
“¿Cómo talludita, eso que
significa?”
“Pues que ya no tienes 20 años
y no te mola la aventura, chica, me estás resultando un poco aburrida y yo sólo
quiero divertirme”
En ese momento pasaron por mi
cabeza todas las imágenes de lo que llevaba aguantando durante el día más lo de
los días anteriores, incluso lo del primer día en el dentista, que quien me
mandaría a mí entablar conversación con un petit suisse vestido de Travolta y
entonces me puse en jarras y le dije:
¡Mira Travoltilla pesetero de
poca monta, que no te sabes ni poner el tupé, ni te pareces por asomo a él, más
bien me recuerdas al chiquilicuatre, si, al pintamonas ese que fue al Festival
de Eurovisión y nos dejó a todos en ridículo, pues ese es tu aspecto y es que
el amor es ciego, pero a mí me ha venido de repente la visión, ha sido un
milagro, así que ahí te quedas con tu “casa del Amazonas”, tu nevera pidiendo
salchichas, tus escaleras destroza pies, tu cama modelo iglú, el espíritu de la
Mariana y reza para que no se te aparezca, porque no tiene muy buena pinta y tu
ventanita por la que tanto te gusta saltar, para hacerte el chulito y el atleta,
yo me voy y que te cunda con tus colegas, que seguro que son tan aventureros y
divertidos como tú, ole y ole y no hagáis espiritismo, por siaca…!
Pedro me miraba sacudiendo la
cabeza y colocándose el tupé, mientras que mascaba ese asqueroso chicle con olor
a fresa ácida, yo me di media vuelta y me marché.
Curiosamente, unos días
después vi una noticia en un Diario: “Panda de muchachos salen corriendo de una
vivienda en un pueblo abandonado asustados porque según manifiestan, han visto
al espíritu de la abuela de uno de ellos”.
¿Ves? Yo sé que vi a la
Mariana, a saber a quién han quemao……
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