jueves, 12 de febrero de 2015

Capítulo 48 - Y ahora qué?



Y a partir de ahora, qué?.
El día que salí del frenopático, Eva estaba esperándome en la puerta.
“Hola Javi”
“Hola Eva”.
“Qué tal estás?”.
“Pues muy bien la verdad”.
“Siento todo aquello que pasó, yo nunca imaginé que la cosa acabaría de aquella manera”.
“Bueno, no te preocupes”, le dije, “todo aquello está olvidado”, mientras mi ojo derecho no dejaba de parpadear.
Comenzamos a caminar hacia la parada de autobuses y Eva me cogió de la mano.
Aquello me gustó, si, me gustó, pues el tacto de su mano cogiendo la mía, hizo que hasta el tic de mi ojo se detuviera.
Esperamos la llegada del autobús número 5, que era el que llevaba hasta el centro de la ciudad y mientras tanto, Eva me hablaba con su dulce voz y su eterna sonrisa, de todo lo que le había acontecido, durante aquel tiempo en el que yo estuve curándome.
El autobús llegó y subimos a él. Nos sentamos en la última fila.
Los ojos de Eva brillaban y su boca hilvanaba palabras y frases, siempre amables, divertidas y agradables hacia mi persona.
Me contaba cosas que había hecho, de lugares en los que había estado y personas con las que había hablado.
Eva era posiblemente, la mujer más maravillosa que yo había conocido jamás.
Yo casi no hablaba, prefería que lo hiciese ella.
Eva hablaba y reía con tanta dulzura, que yo casi ni escuchaba lo que decía, solo me quedaba con la hermosura de sus ojos, la frescura de sus labios y la calidez de su cara.
El trayecto fue muy agradable.
La gente subía y bajaba del aquel autobús en cada parada y nosotros, seguíamos sentados en nuestros asientos, como si estuviésemos en el salón de casa, conversando de nuestras cosas y sin que el resto del mundo interfiriese ni en nosotros, ni en nuestra conversación.
No había sonido exterior y si existía, yo, no lo oía.
Aquella era esa situación, en la que nada existe, en el que uno está como en una burbuja, y ni sonidos, ni conversaciones ajenas, son capaces de penetrar en ese momento tan especial.
Mis oídos no oían nada más, que la voz de Eva.
Solo cuando estás con una persona realmente increíble, pasan esas cosas o se tienen esas sensaciones.
Hasta el paisaje parecía bonito y eso que al principio del trayecto, el vehículo atravesó un polígono industrial.
Eva es una mujer preciosa, de piel blanca pero no en exceso, con el pelo negro y liso  y media melena, que deja entrever su fino cuello.
Sonríe siempre con dulzura, y habla de manera cadenciosa, como saboreando cada palabra que sale de sus labios color rojo fuego.
Su cara tiene algunas pequitas, que hacen que siempre parezca alegre, y te hace sentir que la vida puede ser agradable, muy agradable.
Estar con Eva es como estar siempre en un estado de felicidad absoluta. Estando con Eva los problemas no existen y el tiempo no es algo absoluto, si no relativo.
Me gusta Eva y me alegra que haya venido a buscarme.
No puedo imaginar mejor compañía que la de Eva, para salir de un frenopático, o para vivir el resto de mi vida.
Quiero que este autobús jamás llegue a su destino, quiero que Eva me siga hablando de sus cosas.

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