Y a partir de ahora, qué?.
El día que
salí del frenopático, Eva estaba esperándome en la puerta.
“Hola Javi”
“Hola Eva”.
“Qué tal
estás?”.
“Pues muy
bien la verdad”.
“Siento todo
aquello que pasó, yo nunca imaginé que la cosa acabaría de aquella manera”.
“Bueno, no
te preocupes”, le dije, “todo aquello está olvidado”, mientras mi ojo derecho
no dejaba de parpadear.
Comenzamos a
caminar hacia la parada de autobuses y Eva me cogió de la mano.
Aquello me
gustó, si, me gustó, pues el tacto de su mano cogiendo la mía, hizo que hasta el
tic de mi ojo se detuviera.
Esperamos la
llegada del autobús número 5, que era el que llevaba hasta el centro de la
ciudad y mientras tanto, Eva me hablaba con su dulce voz y su eterna sonrisa,
de todo lo que le había acontecido, durante aquel tiempo en el que yo estuve
curándome.
El autobús
llegó y subimos a él. Nos sentamos en la última fila.
Los ojos de
Eva brillaban y su boca hilvanaba palabras y frases, siempre amables,
divertidas y agradables hacia mi persona.
Me contaba
cosas que había hecho, de lugares en los que había estado y personas con las
que había hablado.
Eva era
posiblemente, la mujer más maravillosa que yo había conocido jamás.
Yo casi no
hablaba, prefería que lo hiciese ella.
Eva hablaba
y reía con tanta dulzura, que yo casi ni escuchaba lo que decía, solo me
quedaba con la hermosura de sus ojos, la frescura de sus labios y la calidez de
su cara.
El trayecto
fue muy agradable.
La gente
subía y bajaba del aquel autobús en cada parada y nosotros, seguíamos sentados
en nuestros asientos, como si estuviésemos en el salón de casa, conversando de
nuestras cosas y sin que el resto del mundo interfiriese ni en nosotros, ni en
nuestra conversación.
No había
sonido exterior y si existía, yo, no lo oía.
Aquella era
esa situación, en la que nada existe, en el que uno está como en una burbuja, y
ni sonidos, ni conversaciones ajenas, son capaces de penetrar en ese momento
tan especial.
Mis oídos no
oían nada más, que la voz de Eva.
Solo cuando
estás con una persona realmente increíble, pasan esas cosas o se tienen esas
sensaciones.
Hasta el
paisaje parecía bonito y eso que al principio del trayecto, el vehículo
atravesó un polígono industrial.
Eva es una
mujer preciosa, de piel blanca pero no en exceso, con el pelo negro y liso y media melena, que deja entrever su fino
cuello.
Sonríe
siempre con dulzura, y habla de manera cadenciosa, como saboreando cada palabra
que sale de sus labios color rojo fuego.
Su cara
tiene algunas pequitas, que hacen que siempre parezca alegre, y te hace sentir
que la vida puede ser agradable, muy agradable.
Estar con
Eva es como estar siempre en un estado de felicidad absoluta. Estando con Eva
los problemas no existen y el tiempo no es algo absoluto, si no relativo.
Me gusta Eva
y me alegra que haya venido a buscarme.
No puedo
imaginar mejor compañía que la de Eva, para salir de un frenopático, o para
vivir el resto de mi vida.
Quiero que
este autobús jamás llegue a su destino, quiero que Eva me siga hablando de sus
cosas.
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