domingo, 26 de abril de 2015

Capítulo 66 - ¡Menuda despedida...!

Hola Javi, vaya lío que te hiciste con la declaración…, ¡anda que la liaste parda, ja,ja,ja!

Hablando de declaraciones te contaré para que flipes, ¿a que no sabes quién se casa…? Mi ex y la de los melones, como te lo estoy diciendo, con tanto pepino, tanto pimiento y tanto calabacín, al final se le lleva al huerto, sí, hijo sí, así que el otro día la Laurita (Piña colada) preparó una despedida de soltera, que ni te cuento, bueno, sí te voy a contar porque fue de traca…

Resulta que como el padre de Laurita tiene pasta, la preparó a la niña una despedida de soltera en Madrid, con restaurante, discoteca, hotel y dos sorpresitas que ya verás, porque trajeron lo suyo…

Como la gente en el pueblo es muy envidiosa, Laurita sólo tiene dos amigas, “la Merche y la Susi”, que además son las dos cotillas del pueblo, pero la pobre inocente con el contrapeso que la hacen los melones se la baja el cerebro y no se entera de lo malas y arpías que son, así que las invitó a la despedida. Como es muy supersticiosa y no le gustan los números impares, me invitó también a mí para que fuéramos cuatro, yo como todo era pagado pensé “¿Y por qué no pegarme una fiestecita a costa de la frutera? Ya que me quitó al novio y encima se lo va a quedar, pues me lo cobro, je,je.

Quedamos en la puerta del Hotel el sábado a las 5 de la tarde. El padre de Piña Colada, al que yo le llamo “papá rábano”, tenía todo organizado para la ocasión. Cuando llegué ya estaban allí la frutera y las dos piezas de museo, es decir, las amiguitas, parecían “Los Angeles de Charlie” en versión cutre.

Laurita llevaba un vestido color rojo tomate lleno de volantes que la dejaba lucir sus asquerosamente preciosas piernas y casi los cachetes del culo, pues no es que fuera corto, es que parecía que se lo había caído el bajo por el camino o que se había puesto un cinturón y lo había aprovechado también como top ¡qué poca tela para tanto cuerpo! Por supuesto los pechotes iban casi fuera aunque se los debía haber sujetado con alambres porque ni se le movían, a veces pienso que son de plástico y se los pone para salir. El mini modelo iba acompañado de una chaqueta de lana rizada, modelo “el caniche chillón de mi vecino” y unos zapatos de tacón “si me caigo me mato”. El peinado era como si le hubiera quitado la peluca a su prima Concha, que a la pobre se le quemó el pelo con una bengala en las fiestas del pueblo y la tuvieron que comprar una peluca de los carnavales en los chinos para que pudiera ir a misa al día siguiente. En resumen, yo no sabía si aquella era una mujer o un travestí.

De las “Pili y Mili” poco que añadir, sosas hasta decir basta, y además iban iguales, el mismo vestido negro modelo “en qué mercadillo te has pillado ese cacho de tela” zapatos bailarinas plateadas y chaqueta eléctrica modelo “la guerra de las galaxias”. Muy monas las dos…., el pelo liso y pegado totalmente cual si se lo hubiera lamido la cabra del Mariano, el pastor del pueblo. Creo que debieron confundir el aceite lubricante tres en uno con el bote de gomina.

Bueno, a lo que íbamos, una vez en la puerta del Hotel, esperamos las cuatro “Marías” emocionadas la llegada de la primera sorpresa y ésta llegó enseguida, en mi vida había visto nada igual. Era como una mesa enorme alargada y unas bicicletas alrededor sobre una estructura como de una furgoneta o camión con sus ruedas, su volante y todo. En una de las bicicletas venía montado un hombre que parecía Torrebruno en sus buenos tiempos, con chistera y camisa de flores, quien se bajó y nos invitó a subir a todas a que nos montáramos cada una en una bici.

Pili y Mili sin problemas, las sobraba tela en los vestidos, así que si se enganchaba o se perdía algo en la aventura ciclista, hasta les haría un favor a su sexapil.

Piña Colada tampoco tuvo mayor problema total lo que llevaba y nada, lo mismo, además su “mini vestido” era de vuelo, se subió, se espatarró en la bicicleta y lista.

El verdadero problema era yo, pues como ni podía imaginarme que a alguien se le ocurriera semejante aventura, ni siquiera a “papá rábano” me había puesto un vestido negro de tubo que me hacía andar como las muñecas de famosa con lo que te puedes imaginar la odisea para montarme en la bici. Primero intenté subirme un poco la falda con una mano mientras que me agarraba al manillar con la otra mano y subía la pierna para montarme pero las costuras del vestido empezaron a abrirse y me temí lo peor, así que volví a bajar la pierna e intentar otra manera. Allí nadie me ayudaba, las tres mosqueteras no hacían más que reírse y tirarse serpentinas mientras que Torrebruno les explicaba en qué consistía la excursión en aquel cacharro infame. Parecían ignorarme totalmente, así que yo me tomé mi tiempo para subir a la bici.

Después de meditar varias posibilidades y hacer algunos intentos en los que sólo conseguí hacer una raja en el vestido y estar a punto de quedarme en bragas, al final opté por una forma un poco salvaje y peligrosa, pero que si salía bien era la única que veía viable, luego ya bajarme, sería otro cantar, ahí necesitaría ayuda, sí o sí.

Pues lo dicho, cogí carrerilla desde unos metros atrás y corriendo como pude sin demasiada zancada pero con precisión fui hacia la bici, me acordé de mis tiempos mozos cuando saltaba al potro en las clases de gimnasia y pensé que podría hacerlo, pero calculé mal y fui a parar directamente a la espalda de Torrebruno que se encontraba en la bici de la derecha a la que yo quería llegar y me quedé totalmente espatarrada sentada en sus hombros, ante el estupor de mis “acompañantes”.

Lo peor no fue eso, sino lo que vino después, ante los aplausos de unas cuantas personas que miraban el espectáculo desde la acera, Torrebruno intentó aprovechar para meterme mano, entonces yo le di tal patada que le metí un tacón en el ojo, él me quitó el zapato yo forcejee con él para arrebatárselo de las manos con tan mala suerte que salió volando y fue a parar a la frente de Piña Colada (la frutera) quien a su vez de los nervios al recibir el golpe, le endiñó un manotazo a "la Merche" quien en su intento de salvarse de una caída inminente, se agarró a "la Susi" y las dos cayeron quedando sentadas en medio de la carretera.

Evidentemente el viaje en aquél cacharro terminó ahí, 100 metros después de empezar, con el siguiente resultado: Nuestro animador con un ojo morado y collarín, Piña Colada con un enorme chichón en la frente, “Pili y Mili” es decir, “La Merche y la Susi” con el culo hecho un cristo y yo con un cuerpo como si me hubiera ido de Madrid al pueblo montada a caballo, de hecho aún no he conseguido juntar las piernas.


Un desastre, amigo Javi, un desastre, espero que la boda vaya mejor..., si es que me invitan je,je.

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