jueves, 23 de abril de 2015

Capítulo 65 – Mi declaración.



Estaba yo el otro día navegando por Internet, cuando de pronto vÍ un anuncio que me llamó la atención: “Para hacer su declaración, pida cita previa y no espere colas”.

Hombre!!! Me dije, pues voy a pedirla!!!!.

El día y hora asignados para mi declaración, estaba yo allí…….. esperando en la cola de las citas previas y sin esperas.

Lo tenía todo preparado y apunto, para hacer mi declaración.

Una hora después, apareció mi número en la pantalla y puede acceder a una mesa, en la que se encontraba una señorita, que con cara de pocos amigos, me dijo: “Trae usted todo para su declaración?”.

“Si claro”, respondí yo.

“Pues adelante”, dijo ella.

“Es que me da un poco de vergüenza”, esgrimí.

A lo que ella respondió: “Es normal, esto no se hace todos los días, pero no se preocupe, que aquí estamos acostumbrados a estas cosas”.

Eso la verdad es que me dio entereza y también me subió el ánimo.

“Bueno”, dijo aquella mujer y añadió, “Cuando usted quiera”

Yo la miré fijamente y le pregunté: “Es que no sé si hacer una declaración normal o una simplificada”.

Ella con mirada incrédula me dijo: “Ahora todas las declaraciones son iguales, hace ya muchos años que no se distingue entre declaraciones simplificadas y normales”.

“Ah”, dije yo, y añadí, “Pues casi que hago una declaración normal, así digo todo lo que tengo que decir”.

“Pues me parece muy bien”, dijo ella.

Me aclaré la voz carraspeando un poco, fijé mi vista en el documento que había traído y pregunté: Puedo empezar ya? “.

A lo que ella respondió: “Adelante”.

Me armé de valor,  superé la vergüenza y sin dejar que aquella joven muchacha pudiera intervenir, solté de golpe todo lo que vine a declarar.

En ningún momento pensé en lo que aquello podría acarrear, ni tan siquiera en lo que podría suponer para el resto de mi vida, solo pensé en el bien que haría con ello……………y a pecho descubierto y con voz alta y clara dije:

“Eva, amor mío, querida mía, te amo tan profundamente, que la vida sin ti no tendría sentido.

Sabes que te amo y que te adoro y que yo ya no podría pasar un solo día sin ver tus preciosos ojos, o sin coger tus suaves manos. 


Eres tu la que hace que los días sean alegres y es tu cara el Sol de cada mañana”.

La chica, que se quedó con lo ojos abiertos como platos, y después de una pequeña pausa, dijo con voz calmada: “Pero usted es idiota o qué?”.

“Perdone”, le dije, “Yo solo hice mi declaración”.

A lo que ella respondió: “Si claro, pero es que esto es una Administración de Hacienda, yo soy una funcionaria y aquí SE VIENE A HACER LA DECLARACIÓN DE RENTA, SO MEMO!!!!”.

Las risas de la funcionaria se oyeron hasta la quinta planta del edificio........................

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