Y tras el pequeño incidente sin importancia
en la Iglesia, una vez casada y
bendecida la parejita, pasamos al motivo por el que casi todo el mundo va a las
bodas, el banquete y la juerga.
Por
supuesto la comida fue en el mejor restaurante del pueblo, un asador llamado
“El gran rabo de toro” en honor a quien fue su primer propietario, ya que el
hombre iba siempre alardeando de eso mismo…., aunque ninguna de sus amantes -
que tuvo varias- pudo confirmarlo: todas acababan marchándose del pueblo!!!. El
las traía cuando volvía de sus viajes y ellas se iban solitas al poco tiempo… y
si no fuera porque la Conchi, - la más cotilla del pueblo - reconocía haberlas
visto coger el autobús de madrugada, todos hubiéramos pensado que se las
cargaba y las enterraba por ahí.
Pues lo dicho, llegamos allí y ya estaban
todas las mesas preparadas y con sus carteles colocados para que cada uno
supiéramos dónde teníamos que sentarnos.
La
verdad es que se habían complicado mucho
la vida, porque en vez de poner una lista con el número de mesa y quién iba en
cada una, mi querida amiga piña colada y su ya esposo Ismael pepinillo, se
habían dedicado a poner unos grandes carteles en las mesas con los nombres de
los invitados, con lo cual casi no cabían los platos ni los cubiertos, pero sí
quedaba bastante claro donde se sentaría cada uno!!.
Al
principio fue un poco lío y trasiego, cruzándonos unos con otros por los
pasillos entre las mesas, buscando nuestro cartel y algunos se llegaron a
sentar dos en una silla o discutir por su puesto, por aquello de que había dos
o tres “Joses” y no se les había puesto el apellido - ni el mote -, pero al
final, se aclararon las cosas.
Yo no estaba muy conforme con mi compañía.
Me
habían puesto con los hermanos de Ismael y las cuñadas embarazadas, con lo que me
olía que el tema de conversación no iba
a ser otro que el de biberones, pañales,colegios y guarderías por un lado y
fútbol, las tierras del tío Pedro o las jugadas de mus del miércoles, por otro.
Además,
me temía que en la primera parte del banquete que era picoteo a compartir, no
iba a probar ni bocado, ellos comían como auténticos animales y ellas comían
cada una por dos, con lo cual…., mal asunto.
Por
fortuna, a mi ex novio Alberto, aunque sí estaba en el banquete, le habían
puesto en una mesa, en la otra punta del restaurante, supongo que después de la
movidita de la iglesia debieron temer que volaran platos de comida por el
restaurante, como el Isma me conoce un poco, por seguridad, alejaron a mi
querido Alberto de mí.
Al contrario de lo que yo había augurado, la
comida se desarrolló muy entretenida.
Me
puse morada a picoteo… y es que las conejas y los hermanos de Ismael se
dedicaron a intercambiar información sobre las posturas preferidas para hacer
el amor - aunque ellos no lo llamaban así, tan finamente -…Fue una conversación
muy didáctica, ya que me enteré de posiciones que ni conocía ni imaginaba que
podían existir. Por lo visto, las más adecuadas para dejar a la moza
embarazada; así que me vino bien conocerlas, para no ponerlas en práctica… de
momento.
Como
estaban muy emocionados hablando todos a la vez, a ver quién era el más macho,
ellos no comían, sólo brindaban y bebían vino; y a ellas todo les daba asco o
lo tenían prohibido por el ginecólogo, así que a mí me vino de perlas para probar los suculentos aperitivos.
Comimos, bebimos, reímos, tomamos café, copa,
puro los hombres, cigarrito las mujeres y llegó la deseada hora del baile, allí
mismo también.
En
cuestión de 20 minutos, unos chicos muy corpulentos y rápidos - yo creo que
eran del cuerpo de bomberos del pueblo de al lado - despejaron aquello y
dejaron una pista enorme de baile, mientras que los invitados aprovechábamos para ir al cuarto de baño y demás.
Por cierto, lo del baño fue una odisea.
Entre
los niños, las embarazadas, las abuelas que se les iba escapando el pipí por el
pasillo y algunas hasta el popó y yo que me quedé encerrada en el baño con el
picaporte de la puerta en la mano, allí hubo sus más y sus menos y algunas, con las prisas, empezaron a invadir
también el baño de los hombres, con lo que aquello parecía Sodoma y Gomorra.
Claro,
así pasó, que algunas mujeres, como las harpías amigas de la novia, salieron
asustaditas del baño, pues no debían haber visto todavía miembro varón alguno y
allí había algunos con gran miembro - según comentaban sus queridas esposas -
Pues nada, una vez comidos y……, empezó el
baile.
En
vez de orquesta, pusieron una mesa de mezclas para que pinchara Robertito, el mayor
de los sobrinos de Ismael que tiene ya 16 años. El chaval tiene dotes de dj y
le hacía ilusión poner la música. Lo malo es que aunque empezó con el
tradicional vals que todos los novios bailan en las bodas, se vino arriba con la
mezcla y de repente empezó a sonar una música House de los más marchoso que
hizo que la melones y el pepinillo se vinieran igualmente arriba y empezaran a
pegar brincos como locos: ¡parecían gorilas en la Selva!.
La
novia se subió el vestido casi hasta las axilas y nos endiñó a todos los que
estábamos detrás con la enorme cola del traje con tal ímpetu que la abuela
Justina, como era tan pequeñita, quedó arrasada por la tela y luego tuvimos que
buscarla debajo.
Ante tal movida y como allí todo el mundo estaba
ya de aquella manera, todos salieron a imitar a la pareja con el mismo baile.
Vamos
que ni en Pachá había tanta marcha como en aquella boda: el padre de Ismael
llegó a tirarse al suelo y girar sobre su cuerpo como haciendo break dance; la
madre, con la marca de la gran pamela en
la cabeza que parecía que la había chupado el pelo una vaca, saltaba por encima
de su marido como si quisiera volver a conquistarle…
Los
hermanos de Ismael, como iban de sobraos, se pusieron en fila delante de las
mujeres haciendo el movimiento de John Travolta. Aunque Perico, el mayor llegó
un momento que con tanto movimiento de cadera, se quedó pillado y pensamos que
se le había salido la prótesis, el pobre muchacho tiene tantas lesiones y
operaciones que se mueve como un Play Movil.
Y
Rober mi amor de la infancia, ¡cómo bailaba! Parecía que se iba a descoyuntar,
yo llegué a temer por su vida, le veía tan frágil y delgadillo que con tanto
movimiento, parecía que se desmontaba.
En
un acto de valentía el muchacho intentó coger por los aires a una de las
harpías con tan mala suerte que no calculó bien y acabo con el tacón del zapato
de la chica metido en la boca, ¡qué momento!
Ella
emocionada quería más, y se le colgaba del cuello, pero el pobre Rober entre el
zapatazo que se había llevado, el gran esfuerzo del baile y el olor pestilente a
sudor de las axilas de la harpía, que como ya te conté anteriormente iban decoradas
con melena, daba pena ver los lagrimones que le caían.
Ante tanto barullo, de repente paró la música
para dar paso a una balada de lo más romántico, entonces las parejas empezaron
a bailar agarradas.
Alberto
apareció me sonrió me cogió de la mano y me invitó a bailar, diciéndome las
siguientes palabras:
“¿Me perdonas? Prometo respetar tu forma
de ser y no burlarme más de tus patosadas ni desaparecer”.
Yo
me sentí enternecida por las palabras de aquel galán, que además, estaba muy
guapo con su traje; y acepté su invitación.
Según
le abracé, él me cogió de la cintura, nos miramos y justo en el momento en que
el gran beso de reconciliación se acercaba, me enganché con el cable de los
altavoces y me resbalé de arriba abajo por todo el cuerpo de Alberto hasta
quedarme de rodillas en el suelo, de manera que si llego a tener la lengua
fuera, le lavo el traje y no sé qué más….
Alberto
me cogió de las manos y me volví a incorporar, entonces, me besó y me dijo:
“Eres
incorregible, Cata, pero te quiero”.
Todos
aplaudieron y hasta la abuela Justina que se había quedado dormida, de repente
despertó y gritó:
“¡VIVA
LOS NOVIOS!”
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