viernes, 15 de mayo de 2015

Capítulo 70 - La boda, Primera parte....

La boda era a las 5 de la tarde, pero con la movida que se había montado a mi llegada al pueblo, ni se me ocurrió acercarme a la puerta de la iglesia antes de que entraran los invitados y novios, pues me temía que se podía liar parda y como había cogido cariño a Piña Colada, no quería fastidiarle su día, aunque al pepinillo de Ismael no me hubiera importado sacarle los colores, pero esta vez me controlé, así que me escondí detrás de un edificio frente a la iglesia a esperar a que entraran todos.

Desde mi escondite podía controlar tranquilamente a todo el que llegara y hacerle el chequeo de arriba abajo, casi que esta era la parte que más me divertía de la boda. Ya se podía divisar a algunos de los invitados.

Laurita es hija única así que su familia es bastante reducida, tan sólo sus padres, sus tías las solteronas y su primo Lorenzo, que nunca se ha llegado a saber de cuál de las dos tías es hijo, porque aquello era como un tabú, el caso es que viven los tres juntos y se había llegado a comentar en el pueblo que no era su hijo, sino el churri de alguna de ellas o de las dos, pero como son muy puritanas y cristianas no pueden dar muestra de su gran pecado. El muchacho es como 20 años más joven que ellas y está bastante bien, nada que ver con las dos cacatúas  ni con nadie del pueblo y como nunca han salido de allí, yo particularmente dudo de su parentesco. El caso es que ellas son muy ricas, y al muchacho le tienen como a un marqués...

La familia de Ismael ocupaba gran parte de los invitados. Pues tiene tres hermanos, con sus respectivas conejas y las crías y digo esto, porque tienen cuatro hijos cada pareja y ellas están otra vez embarazadas y digo ellas porque lo están las tres, por lo visto las puede la envidia y en el momento en que una se queda, las otras dos hacen lo imposible por imitarla, digo yo que como sigan con la competición van a sobre poblar no sólo el pueblo, sino toda la región.

También pude ver a las dos harpías, Pili y Mili, como yo las llamo. Llevaban un vestido blanco de volantes cada una, “palabra de olor” porque no se habían dignado a depilarse las axilas y con el calor que se esperaba aquel día y la mata de pelo iban a cantar por soleares, de hecho hubo sus más y sus menos a la hora del baile, pero eso es algo que te contaré más tarde.

De los demás invitados, amigos pocos, los dos de Ismael de toda la vida, Sebas, el del banco, le llaman así porque es donde dice que trabaja, pero el hecho es que siempre le ven sentado en un banco pero de los del parque y Rober mi ex novio de cuando era pequeña, ¡ay Rober, qué impresión me dio verle! ¡y cuánto me costó verle! Ahora entiendo cuando me dijo mi prima que los cuerpos cambian, la corpulencia y belleza de Rober se había transformado en el cuerpo de un muñeco hinchable, pinchado y flojo con cara de llorón, así es como estaba el pobre Rober, bueno, así es como le había dejado la ex mujer, nunca pensé que se hubiera podido casar con “Loli la mole” así la llamábamos en el colegio porque parecía un luchador de Sumo y debió de luchar contra Rober, porque el pobre se había quedado muy poco lucido, es como si le hubieran reducido a la mínima potencia.

Por fin llegaron los novios con los padrinos, el papá de Laurita, que parecía Harrison Ford, pero sólo por el traje y la mamá de Ismael, que se había puesto una pamela tan grande en esa cabeza tan pequeña que la pobre mujer no veía más allá de sus narices e iba dando tropezones como el Chiquito de la Calzada.

Los novios guapísimos, bueno ella, muy exagerada, como siempre, con el vestido a punto de estallar y una cola que no sé yo lo que iba a tardar en entrar a la iglesia, él como siempre, del montoncillo y de la cola, no hablamos, ya se explicó en su día…

Una vez todos dentro, yo ya podía acercarme y entrar para asistir al esperado acontecimiento. Así que crucé toda digna hacia la iglesia y justo cuando estaba entrando por un lateral para no llamar mucho la atención, de repente escuché por detrás de mí “¡Cata, mi amor!” entonces me di la vuelta, junto con todos los asistentes a la ceremonia, incluidos los novios, tipo película de “agárrate como puedas” y entonces le vi, ahí estaba, ¡Alberto! Mi ex novio, le habían invitado a la boda, ¡qué traición más grande, qué contratiempo más enorme y qué tropezón me pegué de la impresión! Y como no, mis tropezones siempre son sonados, ya que fui directamente de cara a la pila del agua santa para santiguarse y no metí la cabeza entera porque Alberto me agarró por la cintura.

Todos reían a carcajadas, hasta el cura hizo el gracioso comentario de turno “Si hay que casar también a la parejita del fondo, sin problemas, ya que estamos y que la señorita se ha bebido todo el agua santa…., je,je”.

Yo no sabía dónde meterme, Alberto me ofreció su pañuelo para limpiarme la cara pues la tenía como las muñecas Monster con toda la pintura corrida. Cuando ya me había limpiado totalmente, incluidos los ojos, con el pañuelito, Alberto empezó a sonrojarse y de repente me soltó, así sin preámbulos ni pudor:

 “Uy perdón, que te he dado el pañuelo que utilizo para sonarme de la alergia y se te ha quedado un marcianito en tu linda cara, je,je”

“¡Albertooooo! Le contesté ¿Marcianito te refieres a lo que vulgarmente se llama MOCO? ¿Quieres decir que tengo pegado uno de los tuyos en mi caraaaaaa?”

“Bueno mujer, las parejas comparten sus cosas, je,je, en fin…” me contestó con toda su cara “

¿Yo tu pareja, Alberto? ¿Y dónde has estado este último mes? Ingresado con una congestión o es que te has ido de convivencias con tus sobrinos? ¡Mira chato, miraaaa!”

Aquello parecía un partido de tenis, los invitados, el cura y los novios, miraban perplejos de un lado a otro, mis continuos ataques a Alberto y sus injustificadas defensas y excusas.

Finalmente, el cura se puso en su sitio y nos invitó a seguir discutiendo fuera de la Casa de Dios, a lo cual yo me negué, pues no era culpable de que un intruso apareciera en la boda de mi amiga la frutera de los melones y mi ex novio el pepinillo.

Así que Alberto pidió disculpas y cabizbajo salió de la iglesia.

Yo muy digna, con mi pelo a lo Donna Summer, pues después del incidente con el agua, no quedó nada del alisado japonés, mi cara como la de la muñeca chochona y el moco de Alberto aún pegado en ella, me senté en un banco de la iglesia y dije:

 “Prosigamos con la ceremonia Padre Agustín”


CONTINUARÁ…….

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