jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo 55 - Terapia de grupo

Hola Javi, después de nuestro intento fallido de reconciliación por whatsapp, Alberto y yo decidimos asistir a una terapia de grupo, a ver si podíamos solucionar nuestras desavenencias…

Nos recomendaron un lugar especializado en el tema y allí nos dirigimos la parejita. Era un local muy grande y nos atendió una tal Belinda, mujer despampanante que dejó boquiabierto a Alberto y a mí de mala leche porque mientras que nos tomaba los datos y nos hacía las preguntas, Alberto continuamente la ponía caritas y yo por debajo, le daba pataditas, aunque por desgracia no conseguí llegar al punto clave donde le habría dolido para que se le quitara el calentón.

La cosa ya se empezó a poner conflictiva cuando Belinda preguntó:

“Bueno chicos ¿y dónde pensáis vosotros que radica vuestro problema?”

A lo que Alberto pestañeando y con los ojos laser hacia dos ciertos objetivos de Belinda, contestó:

“¡Vaya melones! Uy perdón quería decir que Cata tiene muchos dolores”

“¿Yo dolores?”  Contesté “lo que estoy es hasta las narices de tus idas y venidas y de tus mensajes criticando mis defectos como si fueras perfecto, que si me pongo a enumerar, no paro, entre las almorranas que a saber de qué te salen tanto, el estrabismo, que tú dices que no, pero yo te noto que los ojos no están en su sitio y que siempre estás cansao y no funcionas como debes, estoy por volver con el Travolta que al menos me daba caña….”

Belinda se levantó ruborizada y nos invitó a que la acompañáramos a una gran sala donde nos encontramos a unas tres parejas recorriendo la sala de la mano dando saltitos como si fueran Heidi y Pedro. Yo le dije a Alberto que si no se habría confundido y me habría traído a un centro psiquiátrico, pero Belinda no nos dejó ni reaccionar, se puso en medio de los dos, nos cogió a ambos de la mano y empezó a dar también saltitos por la sala, como si estuviera poseída, arrastrándonos a que hiciéramos lo mismo, yo intentaba soltarme pero ella, me agarraba con gran fuerza, de repente se giró hacia mí clavándome su mirada con esos enormes ojos y endiñándome tal tetazo en mi brazo que sentí como si me hubieran puesto la anti tetánica y me dijo: “Relájate y déjate llevar, suelta todo lo que tienes dentro”.

Yo no podía más que pensar que aquello era de locos y que no iba a solucionar nuestro problema, pero Alberto estaba como hipnotizado por los encantos de la enorme pelirroja y se dejaba llevar sin problemas.

Seguidamente se hizo la oscuridad y varias manos empezaron a palparme desde la cabeza a los pies, yo no paraba de dar a diestro y siniestro para defenderme, pero aquello no había quien se lo quitara de encima. Tenía ganas de llorar, porque no entendía nada.

De repente, se encendió la luz, se oyó un silbato y todos pararon en seco, entonces cada uno se puso enfrente de su pareja y empezó a emitir gemidos, insultos, improperios, alguna creo que hasta simuló un orgasmo, en fin, que aquello ya no es que pareciera un centro psiquiátrico, sino uno especial de enfermos mentales potencialmente peligrosos y yo empecé a asustarme y un sudor enorme comenzó a correr por mi frente.

Alberto se puso enfrente mío, me cogió de las manos y empezó a reír a carcajadas, Belinda y el resto de los asistentes, aplaudieron y se acercaron a abrazarme y a dar palmaditas en la espalda a mi chico, entonces Belinda me sonrió y me dijo. “Todo ha sido una broma, Cata, para acabar con la monotonía de vuestra relación, ¿te ha gustado?”

Gracias Belinda, gracias Alberto, gracias a todos, espero que os hayáis divertido con la obrita de teatro que os habéis montado y que os haya hecho sentiros realizados y que habéis vuelto a vuestra infancia. A mí esto no es que no me haya gustado, sino que me ha caído como un ladrillo en la cabeza, pues pensaba que una pandilla de locos nos había secuestrado y que iba a acabar en una camilla sufriendo los efectos de una sierra mecánica ante los ojos desorbitados de Belinda y que me iban a partir en cachitos y meterme en bolsas de basura para posteriormente meterme en un maletero y tirarme a un descampado.

Bueno ahí tenéis otra idea para vuestra próxima representación artística, yo me voy de aquí echando leches.

Alberto, porfa, olvídate de que existo, tú locura va más acorde con la de tu amiga pelirroja Belinda y tú muchacha, pónteme un sujetador que cualquier día te cargas a alguien con esos pechotes.


Este ha sido el fin de mi relación con Alberto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario